Buenas, doctor Cheshire:
Soy biólogo con aficiones botánicas, y en los últimos tiempos, animado por algunas amistades con inquietudes, he ido dejando de comer carne, primero, y finalmente me he hecho vegano, es decir, tampoco tomo productos derivados del reino animal, como leche o miel. Creo que de esta forma me he puesto en paz con el mundo en una catarsis que trataré de extender a mi entorno cuando me sea posible.
Sucede sin embargo que en un invernadero en el que cultivo plantas exóticas tengo varios vegetales carnívoros, y ello me crea como es lógico dudas y contradicciones. En primer lugar, no alcanzo a entender cómo la Naturaleza, tan sabia, es capaz de engendrar tal aberración, de la que no me había percatado hasta ahora. Y en segundo lugar, me pregunto si no habría modo de aleccionar de algún modo a estas plantas irrespetuosas que, sin la menor idea de jerarquía, transgreden el orden espontáneo de la biosfera.
Me pregunto –y esta es la razón de que me dirija a usted– si alguien ha reflexionado sobre esta paradoja, y si alguno se atreve a aconsejarme. Porque comprenderán que no puedo permanecer impasible al ver que cuando yo ya he dejado de constituir una amenaza hacia los animales, unos vegetales a mi cargo cometen la torpeza de consumir proteínas de origen animal.
Raúl Broteverde
Estimado Raúl,
Tiene ante usted una terrible disyuntiva: permitir a su planta ser fiel a su naturaleza, obligándole a usted a reconsiderar los principios morales que rigen su vida o dejarla débil y moribunda negándole el nitrógeno que busca en los insectos.
Quizás debería preguntarse qué pensaría su planta carnívora de todo esto. Probablemente a ella también le repugne la idea de comerse a un semejante y por eso será sin duda una partidaria del veganismo vegetal, que consiste justamente en alimentarse de animales y nunca de plantas.
¿Se siente usted con el derecho imponer su decisión? A los humanos siempre les ha gustado evangelizar e implantar su moral, erigiéndose así por encima de otros humanos e incluso del resto de seres vivos. Primero se decide de qué pueden alimentarse las plantas, después se legisla sobre lo qué deben comer nuestros vecinos y se termina prohibiendo a los gatos cazar ratones, envenenándonos con estúpidos piensos vegetales (esto último me parece especialmente preocupante). Ustedes siempre han hecho gala de un antropocentrismo inaguantable. ¿Ha escuchado hablar alguna vez del felinocentrismo? No, porque no existe. Los gatos somos mucho más racionales y prácticos. Si cree que su planta carnívora tiene menos dignidad que un animal, le recomiendo leer el libro “Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal” a este respecto.
Sin embargo, estoy de acuerdo con usted en que causar el mínimo impacto en el planeta es un fin loable. Le recomendaría no obstante que aplicase esta máxima a su conducta individual, dejando a plantas, gatos y otros humanos en paz.
Se me ocurren varias estrategias para conseguirlo de una manera ética. Podría usted abandonar el consumo total de recursos, no comiendo animales ni plantas y dejándose morir. Así su carga sobre el ecosistema sería de cero. Pero si todos tomáramos esa decisión, la vida desaparecería. No parece lo mejor.
Lo que los estudios científicos recomiendan a los humanos comprometidos con respetar el equilibrio del ecosistema es llevar una dieta basada en la carne de grandes rumiantes y comida vegetal, es la opción más ecológica y no el veganismo, que consume más recursos y afecta finalmente a muchos más seres vivos.
Los humanos siempre se han caracterizado por ser retorcidos y poco congruentes. En este sentido, el veganismo me parece más una muestra de exhibicionismo moral que una postura éticamente meditada. Aunque mi esencia gatuna me limite en cierta manera: como gato nunca podré entender que exista algo más trascendental que deshilachar y hacer crujir entre mis dientes un pedazo de músculo sangrante y calentito.
El orden natural consiste en el trasvase de la vida y la energía: nos alimentamos de otros seres al igual que en nuestra muerte bacterias y larvas darán cuenta de todos nosotros, gatos y humanos por igual. Esa es la verdadera armonía de la biosfera. Déjese llevar.
Maravilloso todo lo que resopondió Doc.