En su tiempo eran conocidos como “caricatos”, porque todas sus actuaciones eran caricaturas verbales y/o mímicas de la actualidad, en paralelo a las verdaderas caricaturas hechas por los dibujantes del momento. El caso de Luis Esteso era especial ya que, a lo de caricato, sumaba una especie de filosofía de la vida muy avanzada y, a veces, peligrosa para el orden establecido.
Tenido en su tiempo como un tipo increíble, un insólito cruce entre humorista-gracioso, que eso es lo que era -y lo que en realidad le daba de comer- con humilde erudito con tendencia hacia la praxis revolucionaria, a veces creyó poder poner patas arriba el orden establecido, también el histórico, con estudios y criterios bastante sesudos como, en otros, el que afirmaba que el verdadero autor del Quijote Apócrifo no había sido el misterioso Avellaneda sino… Lope de Vega. Lo afirmaba en su ensayo El Nieto de Don Quijote.
Luis Esteso, rastreador de textos olvidados
Rastreador, así mismo, de textos olvidados o menospreciados por los “otros” eruditos, dio a la imprenta, con introducción y notas de él mismo, el libro titulado Universidad de Amor y Escuela del Interés, donde, de nuevo, polemizaba sobre el probable autor de esta obra, emparentada con algunas de Quevedo. El contenido aparecía explícito en el subtítulo: “Verdades soñadas y sueños verdaderos al pedir de las mujeres”. Pero, además, “don” Luis Esteso escribía a su vez como autor real y físico, bien es cierto que moviéndose en los antípodas de lo anterior. Por ejemplo, en 1922 sacó unos muy vendidos Cincuenta monólogos verdes, “reunión de -rezaba el subtítulo- rebuznos, lecherías, alegres y excitantes”. Hasta seis ediciones saldrían sucesivamente de este alegre “trabajo”…
Conocedor de los clásicos, escritor festivo o caricato. ¿Algo más? Pues sí: cupletero. Ya sabemos que ese oficio era femenino en su casi totalidad. Pero también los hubo en el bando masculino. Y Luis Esteso fue uno de ellos, sobre todo en el rol de compositor y autor. Y como tal, viviéndolo desde dentro, conoció de cerca la explotación de los editores y empresarios musicales para con los artistas populares. Y ahí entraba el “otro” Esteso: el abogado de sus colegas en defensa de los cuales publicó un muy reivindicativo alegato titulado El pequeño derecho. (Novela amatoria de cupletistas, poetas, músicos y danzantes.)
El Rey del Hambre y de la Risa
Toda esta actividad, sin embargo, nunca lo sacaría de pobre, y riéndose de sí mismo, este creador de comedias, cuplés y algún drama, firmaba algunos trabajos con un seudónimo tan definitorio como “El Rey del Hambre y de la Risa” (o algún otro como “Abundio de Guevara”). Estaba casado con “la Cibeles” (así, ni más ni menos se hacía llamar su compañera, desde luego al contrario que la “otra”, la diosa madrileña, en su caso, muy de carne y poco hueso). En cuanto al propio Luis Esteso, casi se despedía de una vida atípica con un volumen modesto de versos, algunos bastante verdes, y que quiso que se llamara, y se vendiera, con un filosófico … Y vamos tirando. Conquense de nacimiento, moriría a los 47 años en Madrid, en 1928.
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