Juanita es una mujer que roza los 40, vive al límite, viste una gabardina roja que se rebela/revela imprescindible y que, cual Caperucita, parece –solo parece– desatinar el camino. Pero sin dejar de disfrutarlo. Acelera inocente por la vida hasta que una “gamba” –que será luego un bebé– le cambia el paso. Es la protagonista de la última creación de Chirigóticas, que cerró hace unas semanas temporada –de momento, porque sería bueno que amenazara con volver– en los Teatros Luchana.
Juanita Calamidad, tal es el título de la obra, cuenta muchas cosas. Habla de la necesidad de diversión permanente, de una inestabilidad plácida, de la felicidad de la juerga y del sexo diario –siempre que se pueda–, de esas amigas que permanecen fieles a las esencias y de un reloj biológico. Desborda universo femenino plagada de anécdotas reales, como la vida misma y como no podía ser de otra forma.
¿Se puede percibir como una atropellada travesía de la inconsciencia a la sensatez? Sí. Pero mientras ese cambio, ese paso o sorpasso tiene lugar, la jartá de reír de los espectadores es de campeonato. Por la historia, las interpretaciones y las coreografías de temas con melodías muy reconocibles que las letras de Ana López Segovia –que encarna a Juanita– convierten en memorables.
Es antológica la conversación entre la protagonista y su madre, no disponible para el futuro nieto después de haber cuidado a varios hijos. Glorioso el momento en el que se narra la escena de celos de un espécimen debidos al interés demostrado hacia su pareja por parte del perro Tyson ¿O será Taison? Genial el sueño de Juanita en el que quieren encasquetarle un niño y ella pide la prueba de maternidad. Y divertidísimo el parto, natural pero con epidural y con su vecina becaria que es capaz de darle los puntos necesarios al higo.
Referencias a Lorca en las palabras de la madre –“te vas a hacer un marimacho”–, en las de esa jocosa conciencia –me atrevería a decir que colectiva– que es el reloj biológico y en las de la propia Juanita cuando, embarazada, evoca a Yerma para explicar cómo se encuentra: “¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?… Pues lo mismo… pero por dentro de la sangre”.
La “Juanita Pistolas” que dejaba a su penúltimo chico por whatsapp cambia de vida –“¡joperas!”, como dice su amiga de saraos, la taxista– y acaba cargada camino de la playa con carrito, niño y accesorios varios para descubrir una vez allí que se ha olvidado el bañador y, además de no catar el mar, tampoco va a poder dormir ni despistarse un momento. Y se agobia por no poder amamantarlo al principio y tiene el llanto del bebé metido en la cabeza y le pide más tarde que no deje de ir al colegio, pero por ella.
Estupendo el espacio de los Teatros Luchana, que sumen y que sigan y que se vayan haciendo un hueco entre el público del barrio por su acogedor bar y sobre todo por sus cuatro salas. Allí ha superado Juanita el centenar de funciones, algo que no es nada fácil. Cuando acaba la obra, una se pregunta cómo pueden haber pasado tantas cosas. Es tal el disfrute que lo único deseable es que Chirigóticas perpetre más calamidades pronto.
Reparto: Alejandra López, Ana López Segovia, Rocío Marín o Teresa Quintero
Dirección: Antonio Álamo
Producción: Gina Aguilar
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Escenografía: Curt Allen Wilmer
Vestuario: Miguel Ángel Milán
Música: Ana López Segovia, Marc Álvarez. Colaboración especial de Más Madera
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