NUEVA YORK.- Robert Coppola Schwartzman, más conocido hasta ahora por ser el frontman de la banda californiana Rooney, se ha incorporado a la ilustre saga familiar cinematográfica de los Coppola (Francis, Sofia, Carmine…) con la presentación en el festival de Tribeca de su primer largometraje, Dreamland, una interesante propuesta que actualiza la iconografía de la película El graduado a la realidad de la Norteamérica de principios del siglo XXI.
Mientras que en la película original de Mike Nichols los problemas de adaptación a la vida adulta de Benjamin Braddock vienen de la mano de las presiones ejercidas por la contra cultura de los años 60, que invitaban a la juventud americana a rebelarse contra la religión de sus padres, los baby boomers (el capitalismo), en la propuesta de Robert Coppola, Monty Fagan (Johny Simmons) encuentra sus problemas de adaptación en la propia evolución sufrida por el capitalismo postfordista, que ha transformado la sociedad actual en un ‘cognitariado’, donde jóvenes muy bien formados encuentran dificultades para conseguir un empleo estable y duradero, siendo este proceso verificable tanto en los Estados Unidos como en España.
Más allá de esta actualización del contexto para darle unos aires más propios del siglo al que pertenece este ‘nuevo graduado’ que propone Robert Coppola, la cinta guarda muchas semejanzas estilísticas y plantea el mismo universo onírico que el clásico de Nichols. Aparecen como destacados elementos comunes a ambas cintas la fantasía sexual de la atracción hacia las mujeres maduras, el montaje sincopado, la importancia de la banda sonora (música popular) como elemento diegético y la disociación entre amor y sexo.
Se percibe un tono paródico y ciertos guiños al clásico de Nichols en esta nueva obra, por ejemplo en los parecidos a la hora de filmar a la actriz Amy Landecker que busca Coppola, similares a lo que hizo en los 60 Nichols con la actriz Ann Bancroft. Más allá de las coincidencias y de los homenajes indisimulados, Dreamland, sin ser una película magistral, muestra el talento de Coppola, no solo para ‘vampirizar’ un clásico, de la categoría de El graduado, sino también para reivindicarse como un cineasta muy competente, haciendo gala de una muy buena dirección de actores.
Coppola saca lo mejor del intérprete Johnny Simmons, quien en su encarnación de Monty, alter ego de Braddock en el siglo XXI, báscula entre la candidez inicial propia de un Dustin Hoffman en El graduado y el histrionismo de un Jack Nicholson. A su vez, Amy Landecker se pone en la piel del personaje de Olivia, una mujer de mediana edad que, aburrida de su vida sexual de casada, opta por intentar seducir al joven Monty, un pianista de bar de poca monta con escaso éxito entre las mujeres.
Coppola intenta sumar nuevas texturas dramáticas a su propuesta añadiendo tramas secundarias a la idea principal del tabú de las relaciones sexuales intergeneracionales (ahora algo menos escandalosas que en los años 60, pero sin duda polémicas), apuntando ideas ya vistas en otras comedias al uso americanas, tales como una relación con la pareja equivocada, situaciones en las que sentirse fuera de lugar y, por supuesto, las malas relaciones con la futura nuera.
La industria del cine escandinavo y ‘Parents’
El cine escandinavo vive una edad de oro o, al menos, eso parece, dada la cantidad de películas que se proyectan de los países de esa región en los festivales de cine hoy en día. El año pasado, el galardón a la mejor película de Tribeca se lo llevo la islandesa Fúsi del director Dagur Kári, también premiada en la pasada Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) con el galardón al mejor actor para Gunnar Jónsson.
No sabemos si este año la película danesa Parents tendrá la misma fortuna entre el jurado. Se trata del primer largometraje del consagrado actor danés Christian Tafdrup y explora el complejo mundo de las relaciones entre los padres y los hijos, una vez que estos llegan a la madurez y abandonan el hogar familiar. Una tendencia creciente en nuestras sociedades es la de demorar cada vez más la emancipación, tanto por razones económicas (difícil acceso al mercado laboral e incertidumbre una vez alcanzado), como afectivas: padres protectores, inmadurez de los adolescentes…
La película explora, desde una perspectiva metafórica que combina ciencia ficción, drama y comedia negra por igual, las consecuencias que la emancipación de un hijo tienen en una familia acomodada danesa. Por un lado, el acontecimiento es visto con preocupación por los protectores padres (Kjeld y Vibeke) y, al mismo tiempo, con ansiedad por su hijo Esben, quien abandona el hogar familiar para irse a vivir con su novia, que inmediatamente lo abandona. La película discurre por los derroteros del clásico drama familiar, con algún toque ligero de comedia, hasta que de repente cambia a un registro mucho más interesante con un guiño surrealista, que hace que los padres de Esben, una vez instalados en un antiguo apartamento de juventud, rejuvenezcan y se establezca una relación problemática entre Esben y su madre Vibeke, con claras resonancias edípicas.

Las actrices Katie Holmes como Rita Carmichael y Stefania Owen como su hija Ruthie en ‘All we had’. Cinematographer: Brett Pawlak
Este toque de ficción surrealista sirve como metáfora a ese fenómeno tan actual de jóvenes que no maduran y no se ‘despegan’ de sus padres y al mismo tiempo de la estúpida manía de ciertas personas maduras de intentar revivir un pasado idealizado que ya se fue. La película juega con esa combinación entre lo moderno y lo antiguo, con esa tendencia, tan humana, a la glorificación morbosa del pasado. Lo hace desde la perspectiva cínica y sobria tan propia del cine nórdico, de manera que combina un enfoque a medio camino entre el cine de un Bergman o Dreyer y una apuesta más surrealista con guiños al de David Lynch.
El fiasco de ‘All we had’
All we had es el debut en la dirección de la actriz Katie Holmes, conocida pareja sentimental del actor Tom Cruise. Se trata de una pésima película, llena de clichés sobre la vida desgraciada de la típica madre soltera americana de bajos ingresos y con una hija a su cargo, quien trampea por la vida y sus múltiples errores de la mejor manera que sabe: huyendo. Esto se convierte en su rutina para afrontar los problemas, hasta que en una ocasión, tras intentar robar a un pobre dueño de una cafetería, se ve obligada a permanecer en un mismo lugar e intentar sacar adelante a su familia.
Todos los tópicos sobre la sociedad americana actuales están presentes: desempleo, hipotecas subprime, homofobia, clasismo… Por desgracia, el guión es tan previsible como aburrido, más propio de un telefilme que de un festival de cine. Tampoco Holmes está muy creíble en el papel de madre irresponsable, ajada por la mala vida. Una película prescindible y que solo tiene acomodo en la sección spotlight por haber sido dirigida por una movie star, con contactos en la industria al más alto nivel.
Una lástima, pues se trata de un tema de máxima actualidad, dado que en Estados Unidos la desigualdad entre los estratos de la población favorecidos y los desfavorecidos no ha hecho sino crecer, especialmente en los años de crisis, acentuando un fenómeno no resuelto que se arrastra desde los años 70, con episodios críticos cuando el país ha experimentado coyunturas económicas desfavorable, que deja en el más absoluto abandono o condenado a rentas de subsistencia a grupos crecientes de la población.
IMAGEN DESTACADA: Johnny Simmons como Monthy en la película ‘Dreamland’. Foto: Benjamin Kalsuke.
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