Puede que lo de sexólogo le viniera grande (además de que, a la sazón, a finales del siglo XIX e inicio del XX, el adjetivo no parecía ser de uso común). No obstante, el doctor Mateos Koch mismo se decía heredero directo de una larga saga de médicos que confluían en su Clínica Mateos, unos antepasados ya presentes en el Cádiz del año 1796.
El listado de sus libros, de títulos con mucho gancho, se completaba con kilométricos subtítulos “aclaratorios”. En el caso, por ejemplo, de Venus sensual: “Fisiología e higiene del amor físico. Tratado de las enfermedades que resultan de los excesos sexuales, hábitos solitarios…” Incansable propagador de su, digamos, certeza de que toda actividad sexual del varón lo desgasta irremisiblemente, los pobres lectores que compraban sus libros por aquello de lo “prohibido”, se topaban con auténticas pesadillas si se masturbaban en exceso o si fornicaban más allá de lo prudente.
Nuestro “Dr. Mateos Koch” –esa era su firma en toda su obra– no sólo volcaba toneladas de terror sobre sus desprevenidos lectores con sus propias ideas, sino que llamaba en su auxilio, a modo de coro halagador, a otros colegas embarcados en el mismo negocio de probables libros de –se diría hoy– autoayuda alrededor del sexo, si bien en la mayoría de los casos, esos textos llegaban disfrazados de libros de consulta “médica”.
El doctor Mateos Koch y sus ‘casos delirantes’
Algunos de esos colegas eran españoles, como el catalán Suárez Casañ y, antes que ellos, un legendario Amancio Peratoner. Claro que mucho más lustre daban compañeros extranjeros, de los que Mateos Koch obtenía “casos” clínicos aún más delirantes de desgracias acaecidas por excesos en la práctica de un sexo, solo desaconsejado si no estaba destinado a la procreación, y dentro del matrimonio.
Era evidente que, con la excepción de algún compatriota, en los albores del siglo XX, lo que se creía lo más avanzado en sexo teórico era todo lo que llegaba a España con firmas foráneas y exóticas (a la cabeza los “sabios” germanos, seguidos de los franceses). Aunque, repetimos, excepcionalmente figurarían algunos españoles.
Ventas extraordinarias
En cuanto a nuestro gaditano, sin aliento seguía lanzando al mercado su original mercancía, muchas veces averiada, pero con el detalle para nada despreciable, de que las ventas eran extraordinarias, en especial de algunos de sus más sobresalientes éxitos: la citada Venus sensual, aunque, también, de sus no menos vendidas Antes, en el lecho conyugal y después, Matrimonio y noche de boda, Estudio íntimo de la virginidad: signos que la determinan y medios que la simulan, o Fisiología del amor.
En cualquiera de estos libritos -con textos en general muy breves, no pasaban de las 80 páginas- el mensaje aparecía diáfano: si esa dependencia terrorífica del pobre varón hacia el magma del vicio tenía su origen en las visitas a prostitutas o en el consumo de pornografía, la espada flamígera de nuestro médico gaditano llegaba a tomar tintes apocalípticos. Eso sí, la contradicción estaba a la vista. Por ejemplo, en el repetidamente citado volumen, Venus sensual, la portada -la que veía todo el mundo- era un desnudo integral de una mujer marroquí, de una belleza turbadora, y con sólo un, llamaríamos hoy, mínimo tanga cubriendo sus “vergüenzas”.
Hombre avispado, sin duda, no se limitaba a escribir tratados seudocientíficos. El doctor Mateos Koch mantenía abierta consulta nada menos que en plena Puerta del Sol madrileña donde, el paciente o consultante, seguro que salía con un producto milagroso: el llamado -y anunciado pródigamente en los periódicos- “Vigor Sexual Koch”. O, también, cargado con los numerosos catálogos de la propia Editorial Mateos, todo un mundo de títulos, artículos y anuncios, eso sí, todos con una “advertencia”: “Sólo para hombres, casadas y viudas”. Y todos, esto era muy importante como gancho, con numerosas láminas relacionadas con el texto.
Hola:
La gracia que me ha hecho leer esto… de mi tatarabuelo. Si algún día quieres, te amplío la noticia… y te la matizo.