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El PSOE, devastado, facilitará la gobernabilidad

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El PSOE, devastado, facilitará la gobernabilidad 1

La defenestración de Pedro Sánchez llevada a cabo por la mayoría del comité federal comandado por Susana Díaz no ha sido un simple cambio de liderazgo: el golpe de mano ejecutado en condiciones de dudosa legalidad –es discutible la procedencia de imponer una gestora cuando los estatutos prevén un congreso si la ejecutiva pierde el quórum–, no sólo ha sumido al PSOE en un gran descrédito que ha hecho caer su popularidad a mínimos históricos sino que le ha dejado sin opciones: por simple sentido común, el PSOE es ahora el primer interesado en que no haya nuevas elecciones.

En efecto, la gestora pactada por los ganadores del comité federal se constituyó con el encargo implícito de facilitar la gobernabilidad sin plantearse siquiera la posibilidad de negociar un gobierno alternativo. El Gobierno PSOE—Podemos—Ciudadanos era teóricamente posible, aunque estos dos últimos opusieran gran resistencia a entenderse entre sí, pero los amotinados utilizaron como principal argumento para derrocar a Sánchez la falacia de que éste estaba buscando el apoyo de “los independentistas”, afirmación que sugería la aviesa y absurda intención de vender la unidad patria a cambio del poder. Tras lanzar semejante bulo, la única opción para evitar elecciones era la abstención socialista en la investidura de Rajoy. Opción que, por cierto, nadie del comité federal se atrevió a mencionar el voz alta. Los alzados eran, además, pusilánimes.

Es probable que quienes urdieran esta solución descabellada al disenso interno en el partido socialista no se dieran sin embargo cuenta de que mediante esta operación el PSOE ha perdido totalmente la iniciativa, que queda en manos de la mayoría ya formada –PP, Ciudadanos y Coalición Canaria-, con 170 escaños.

En efecto, la cuartelada, que vino inspirada claramente por intereses externos a la propia confrontación política que exigían estabilidad cuanto antes –Felipe González fue el detonador de semejante lobby–, obligaba a la nueva dirección a tomar las decisiones congruentes con el golpe de mano. Es decir, a auspiciar la abstención, con el argumento de la gobernabilidad, cuyo logro requiere la pertinente magnanimidad.

Para imponer este cambio de criterio partiendo del pertinaz “no es no” de Pedro Sánchez, la gestora no necesita estatutariamente apelar a los militantes como quiere Antich –el expresidente de Baleares que forma parte de la gestora y que, vinculado a Francina Armengol, representa a los defenestrados oficialistas– sino tan solo al comité federal, que fue el que en su reunión de diciembre impuso la negativa, ratificada tácitamente después del 26J. Pero para endosárselo a los militantes y votantes sin que estos reaccionen con gran irritación, lo lógico sería que el apoyo –la abstención– se prestara a cambio de importantes contrapartidas, de renuncias significativas del PP, de la aceptación de propuestas progresistas por la nueva mayoría de gobierno.

Sucede sin embargo que cuando el vendedor muestra gran interés en vender, el precio baja, y en este caso el PSOE tiene que conseguir a toda costa que Rajoy sea investido. No sólo porque por este objetivo ha provocado una espectacular confrontación en su seno que perdería su sentido si no fructificase, sino también, y sobre todo, porque si el PP decidiera ahora ir a unas terceras elecciones, el PSOE sufriría un inenarrable batacazo que lo llevaría a la irrelevancia. Después de todos los errores del PSOE, es ahora el PP el más interesado en ir a las urnas, que podrían acercarle a la mayoría absoluta, como las encuestas y el más elemental análisis se cuidan de poner de manifiesto.

En otras palabras, si Rajoy resulta investido con la abstención socialista, el PSOE se tendrá que conformar con unas migajas como contrapartida de su condescendencia, lo que permitirá a Podemos alardear de ser la única fuerza de izquierdas que realmente se opone a la hegemonía de la derecha y que no transige con la corrupción. Previsiblemente, el PSOE se convertirá en una especie de Pasok, totalmente irrelevante y por lo tanto fuera de los equilibrios de poder, que estarán establecidos entre el centro derecha coaligado y el populismo ascendente, con su referente de Syriza que gobierna actualmente en Grecia. El PSOE habrá hecho, en definitiva, un pésimo negocio, y habrá tenido razón Borrell al afirmar que el golpe de mano en Ferraz parecía dado por algún sargento chusquero.

El dilema de la izquierda estaba en realidad planteado desde que surgió en este hemisferio, y con vocación de transversalidad, una nueva formación populista y radical capaz de atraer a los menores de 40 años y al sector más formado tecnológicamente del país, frente a un PSOE que actualmente es votado por los ciudadanos de mayor edad y por una mayoría de marginados tecnológicos. En esta coyuntura, el PSOE ha ido dejando pasar las oportunidades y hoy se encuentra postrado, controlado por el viejo aparato oligárquico y desacreditado por una guerra interna que pone de manifiesto que esta organización padece todas las más viejas lacras de la partitocracia en fase de extinción. El golpe propinado a la estructura socialista ha sido tan efectivo como irracional, por lo que los próceres que han gestionado esta secuencia de deslealtades pasarán sin duda a la historia.

Antonio Papell
Director de Analytiks

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