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Izquierda Unida, al borde del suicidio

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Izquierda Unida, al borde del suicidio 1

La renovación generacional de Izquierda Unida, siempre plausible cuando las jóvenes promociones de militantes se imponen con ideas renovadoras y vivificantes, puede suponer para esta venerable organización el suicidio político, la desaparición pura y simple a manos del populismo sin garantías que le ofrece Podemos. Alberto Garzón, embelesado con la espuma novedosa del partido de Pablo Iglesias, está a punto de firmar el finiquito, que supondrá la desaparición de las siglas y el entierro de una actitud testimonial que siempre ha sido, en toda la etapa democrática, un referente ético y político tanto para la izquierda como para la derecha de este país.

Para mayor ironía, esta claudicación se plantea cuando Izquierda Unida repunta en las encuestas, al contrario que Podemos, por lo que la absorción de aquel partido por este puede pasar a la historia como uno de los grandes disparates de la historia reciente.

El peculiar sistema electoral español, con su proporcionalidad corregida, tuvo efectos nefastos sobre Izquierda Unida el pasado 20D: la formación de izquierdas vertebrada alrededor del PCE consiguió 923.000 votos en todo el Estado y sólo dos escaños, es decir, cada escaño le costo más de 460.000 votos cuando el escaño del PP supuso 59.000 votos y el del PSOE, 61.400.

Este factor hará influido seguramente en la buena disposición de Alberto Garzón ante la oportunidad de cerrar un acuerdo asimétrico con Podemos para que las dos organizaciones concurran juntas a las elecciones del 26J. En todo caso, la medida beneficiará claramente a Podemos: Iglesias necesita desesperadamente detener la previsible sangría que padecerá su partido, en parte por el abandono de la clientela desairada y/o decepcionada por la errática trayectoria del partido y la arrogancia cansina e insoportable de su líder, en parte por la inexorable emancipación de las confluencias territoriales que quedarán fuera de la disciplina de Podemos porque aspiran a grupo parlamentario propio, y ambiciona para ello los votos de IU.

Garzón, por su parte, necesita remontar esos pobrísimos dos escaños obtenidos el 20D, pero es claro que cometería un error abultado si entregara sin más su venerable organización a su principal competidor precisamente ahora, cuando Podemos está perdiendo apoyo a chorros por la izquierda según las encuestas, e Izquierda Unida, que recoge la mayor parte de los desencantados con Iglesias, los va recogiendo, por lo que estaría cerca de rebasar el punto de inflexión que le proporcionaría un respaldo más enjundioso. Habría que recordar que en 2011, con 1,6 millones de votos (menos el doble de los de 2015), Cayo Lara consiguió para IU nada menos que 11 escaños (cinco veces más).

En cualquier caso, esta operación tendría diversos efectos desestabilizadores. Podemos ha decidido –arbitrariamente por cierto- no celebrar primarias ante el 26J sino repetir las listas del 20D. Evidentemente, el pacto con IU obligaría a mover esas listas, lo que irritaría a quienes resultasen perjudicados. Además, no todo Podemos está por tal unión: Errejón ya ha advertido que “los acuerdos que se hacen bien multiplican y los que se hacen mal dividen”. Y ha rubricado su oposición con un dictamen: “Las cuentas de ábaco no funcionan casi nunca”.

En IU, tampoco será ni mucho menos general la alegría, si los críticos con la absurda fusión no consiguen imponerse y pararla antes de que se consume. El PCE no verá con buenos ojos la desnaturalización y el ocultamiento de las siglas históricas a manos de una formación populista que abomina de la Transición española, en la que los comunistas desarrollaron un papel determinante, y que propone más o menos encubiertamente una revolución al estilo venezolano. Y los amigos de los socialistas, con Llamazares en cabeza, ya han afeado a Garzón que esté dispuesto a sacrificar IU para engordar el proyecto de unos advenedizos de dudosa filiación que quieren cambiar el régimen.

En cualquier caso, tiene razón Errejón cuando duda de “las cuentas de ábaco”: la suma de Podemos con IU no tiene que suponer ni mucho menos el ‘sorpasso’ al PSOE. Entre otras razones, porque también las encuestas certifican que hay más electores de centro-izquierda que de izquierda radical. Y porque muchos progresistas de este país no se creen la aventura populista de Pablo Iglesias, aunque llegue esta vez con el oscuro aval de Julio Anguita, el inventor, con Aznar, de “la pinza” para estrangular al PSOE tanto en Andalucía como en Madrid.

Antonio Papell
Director de Analytiks

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2 Comentarios

  1. Pero si usted decia antes del 20-D que el PP podia sacar mayoria absoluta ¿todavía se dedica a hacer pronósticos?

  2. Que Izquierda Unida no se deje comer por Podemos. Así de sencillo. Son dos enseñas que son percibidas actualmente de forma muy diferentes por sus formas más que por el fondo.

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