Cambio de estrategia en el Banco Central Europeo que, en principio, puede ser interpretado como una buena noticia para un sistema económico necesitado de créditos al más bajo interés e incentivar la actividad, pero si profundizamos en el análisis, nos quedan algunas dudas.
El cambio es radical al retrasar la primera subida de tipos desde la crisis hasta el primer semestre de 2020, en lugar de finales de 2019 como estaba previsto. Pero no queda en eso la cosa, sino que entre los miembros del Consejo de Gobierno del BCE se abre un intenso e incluso agrio debate sobre la conveniencia de recuperar el programa de compras de bonos, aunque el presidente de la entidad matiza o, si se prefiere, dulcifica, que cuando se habla de un recorte de tipos se refiere a la facilidad de depósito que ya está en el -0,4 %.
Con esta medida, el Banco Central Europeo seguirá prestando a los bancos al 0% en las operaciones semanales de refinanciación; a un día al 0,25% (facilidad marginal de crédito); y les cobrará por el exceso de sus reservas a un día en el 0,4% (facilidad marginal de depósito). Del mismo modo, ha reiterado que seguirá reinvirtiendo los vencimientos de los bonos adquiridos durante la aplicación del programa de compra de títulos.
Prácticamente a la vez, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, asegura que la FED “actuará como corresponda para sostener el crecimiento económico”, palabras que han sido suficientes para convencer o incluso conmover a los mercados, si es que estos tienen alma, de que se producirá una bajada de tipos inminente en Estados Unidos.
Paciencia
Por primera vez en muchas semanas, el gobernador del banco central más poderoso del mundo ha prescindido en sus últimos mensajes de la recurrente palabra “paciencia” y ha abierto la puerta, la de entrada e incluso la de salida, a un recorte de las tasas, en plena incertidumbre sobre una guerra comercial de Estados Unidos contra el resto del mundo que parece no tener fin y que, con toda seguridad, fascina al actual inquilino de la Casa Blanca.
El hecho de que la economía mundial entre en período de clara incertidumbre ya forzó a que la FED tomara hace meses la medida de que no habrá subidas hasta nuevo aviso, pero ahora la situación aún empeora más, ya que la guerra comercial obliga a bajar de nuevo los tipos. Algo así, como la bronca sobre la bronca.
El nuevo escenario, lejos de anunciar horizontes de bonanza viene a ser la plasmación de demasiadas incertidumbres en las posibilidades de recuperación, mientras los inversores (el dinero siempre es temeroso) pueden volver a poner en peligro el crecimiento y la creación de empleo.
Aspectos como la guerra arancelaria, los tristes datos de crecimiento en la eurozona y la incapacidad del Banco Central Europeo, que no ha podido controlar la inflación para ajustarla al objetivo del 2%, han acabado motivando esta medida de no subir los tipos en el viejo continente y anclarlos una vez más, lo que parece indicar que la recuperación es un mero espejismoo que no llega a confirmarse en las estadísticas cuando llegamos a a un oasis que no es tal.
Ahora además, el BCE ha ajustado sus cálculos de crecimiento para este año y los dos siguientes, para establecer una previsión de incremento del Producto Interior Bruto del 1,2%, durante el presente año, frente al 1,1% de marzo; del 1,4% en 2020, desde el 1,6% anterior, y del 1,4% en 2021, frente al 1,5% pronosticado hace tres meses. Al mismo tiempo, el ajuste para las previsiones de inflación, sube una décima para este año, sobre el 1,2% avanzado en marzo al 1,3%. El IPC estimado para 2020 es del 1,4%, una décima menos que en marzo, y el de 2021, del 1,6%, que se mantiene sin cambios.
Recorte el próximo año
Lo cierto es que inversores ya han descontado, es decir, piensan en un recorte en el próximo año, ya que, como vemos, el objetivo de aproximar la inflación al 2% de una manera generalizada y sostenible, está además claramente lejos de alcanzarse. Vamos que es imposible.
Lejos de ser un caramelo, la nueva parálisis se convierte en un regalo envenenado que impide favorecer la confianza de los mercados y que los inversores no encuentran oportunidades de multiplicar su dinero.
El caso español es paradigmático ya que la deuda pública de nuestro país a diez años acabó el mes de mayo con unos tipos de interés en niveles de mínimos históricos. El Tesoro español apenas tiene que pagar ahora tipos por debajo del 1% para colocar en el mercado el bono a 10 años. La prima de riesgo española (diferencia entre el bono español y el alemán) apenas ronda los 90 puntos. Y el euribor a un año sigue perforando sus tasas negativas (-0,131% en mayo) para disgusto de la banca y regocijo del elevado número de familias españolas con hipotecas y créditos a tipo de interés variable.
La realidad es que empresas pequeñas o medianas y particulares pueden sucumbir a la tentación de aprovechar la oportunidad de obtener una hipoteca variable a condiciones especialmente ventajosas, pero el riesgo existe y nadie conoce una manera segura de medir hasta cuándo durará esta situación, en relación con la vida de la hipoteca, lo que nos lleva a pensar que estamos antes un escenario de tipos que solo pueden tener un recorrido al alza. La clave es saber cuando llegará y, sobre todo, hacerlo a tiempo, qué intensidad tendrá y durante qué período se mantendrá. Vamos, la bola de cristal. Sigan atentos a la pantalla.
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