Los analistas de la política europea explican la exigua victoria de Ursula Von der Leyen a la necesidad de captar a liberales y socialdemócratas, lo que ha permitido destacar el perfil más progresista de un discurso social, ecologista y feminista de la nueva presidenta de la Comisión. Tal vez por ello, los conservadores se sienten menos satisfechos al comprobar el nuevo enfoque de la derecha de la UE que se siente empujada, convencida o no, a tomar prestados los mensajes de la izquierda.
Ursula Gertrud Von der Leyen, “Röschen” para los íntimos, nació el 8 de octubre de 1958 en Bruselas. Habla francés e inglés perfectamente. Tres veces ministra con Merkel y candidata a su sucesión. Se casó con el médico y empresario Heiko von der Leyen, un noble con ideas de izquierda, con quien tiene siete hijos en total, de ahí el apodo de “La madre de Alemania”.
Declaración de intenciones de Von der Leyen
En su discurso ante el Parlamento europeo ha centrado su política en la importancia que tendrá en su agenda la lucha contra el cambio climático, lanzando un Nuevo ‘Green Deal’ en sus primeros 100 días de mandato. “Impulsaré la primera ley europea que traducirá los objetivos de reducciones para 2050 en leyes concretas e inversiones a gran escala”, llevando hasta “el 50 o incluso el 55%” el objetivo de reducciones para 2030, en línea con las tradicionales demandas de los Verdes. Con este gran objetivo, la nueva presidenta se atreve a prometer la cifra mágica de un billón de euros en un Banco Climático, una demanda también clásica de la izquierda, en este caso, en línea -pero esta vez ampliado- con el Plan Juncker de los 300.000 millones de euros.
Sus principales objetivos de desarrollo sostenible se dirigen al actual modelo europeo de control e implementación del Pacto de Estabilidad, de control de los presupuestos nacionales y de recomendaciones específicas para cada país. Todo ello, a través de una política fiscal basada en impuestos justos para la industria del ladrillo y las compañías digitales. Para la nueva presidenta, si las tecnológicas tienen beneficios en Europa en todos los sectores, como el escolar, las infraestructuras o la Seguridad Social, tendrán que pagar impuestos y no podrán ‘jugar’ con el sistema fiscal.
Apropiación de las ideas de la izquierda
Es un mensaje que hace unos pocos años habría sido tachado de izquierdista y que hoy no es muy alejado del discurso de Juncker o de la propia Merkel, pero –como siempre en las grandes citas- la importancia está en la vehemencia, en la fuerza que se imprime para transmitir capacidad y voluntad de hacer lo que se propone. Claro, no solo esto, sino también apropiarse de las ideas de los partidos de izquierda, incluso de los más críticos en la esfera populista.
La intervención de la nueva presidenta ha estado destinada a destacar el eje central de la política social al referirse a “toda persona que trabaje a tiempo completo tiene que tener un salario mínimo que le permita vivir dignamente”. Toda una declaración de principios, con la que también desea mostrase flexible al afirmar que “vamos a organizar un marco que tenga en cuenta los distintos sistemas laborales”. Pero en todo caso, garantizando la gran demanda relativa a “una mejor protección para quienes pierden el empleo”, que explica argumentando que “se necesita un sistema de reaseguro de desempleo para acolchonar choques extremos”, para recordar que en la UE hay un paro juvenil del 14%, pero con picos de hasta el 40% en el sur. Tal vez por ello, sus ideas se dirigen a triplicar el Presupuesto de los Erasmus en el próximo Marco Financiero Plurianual, sin olvidar la Paridad en su Comisión, dado que ha habido hasta la fecha 183 comisarios europeos, pero sólo 35 han sido mujeres, además de proponer que se tipifique como delito penal en los Tratados la violencia contra las mujeres, dado que una de cada cinco en la UE, han sufrido violencia física o sexual.
Pero su discurso se ha construido de una manera global y, por ello, ha lanzado un mensaje claro al Este al proponer un “mecanismo paneuropeo para el Estado de derecho. No es una alternativa a los que tenemos, sino adicional”, cuya vigencia es universal.
Von der Leyen no ha olvidado la cuestión migratoria y ha hecho referencia a las más de 17.000 personas que en los últimos años se han ahogado en el Mediterráneo, que se ha convertido en una de las fronteras más letales del mundo, con un mensaje claro que algunos dirigentes europeos habrán escuchado con atención: “En el mar existe la obligación de salvar vidas”. En este tema, Von der Leyen ha contado su experiencia, como alemana, como madre y como la persona que acogió en su casa a un refugiado sirio, cerrando la boca de quienes espetan a menudo con desprecio a los defensores del sistema que metan a los emigrantes en sus casas. Ella lo hizo y la experiencia reforzó sus creencias. “Llegó sin saber alemán. Hoy, cuatro años después, habla alemán, inglés y árabe, desde luego. Durante el día se compromete con la comunidad, estudia de noche y algún día quiere volver a su casa. Es una inspiración para todos nosotros”. Toda una demostración de fuerza y solidaridad.
Su discurso ha sido recibido con sorpresa, con críticas y con alguna desconfianza, pero para la mayoría, el sentir general indica que “ha nacido una estrella”.
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