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Pablo Iglesias consulta a las bases la investidura de Sánchez: o él o el diluvio

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Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, durante el primer congrso de Vistalegre
Pablo Iglesias

Pablo Iglesias apela a las bases para decidir si apoyará o no la investidura de Pedro Sánchez. Como es sabido, el líder del PSOE le propone un pacto de cooperación ‘a la portuguesa’ e Iglesias se ha decantado por un despropósito democrático: o él o el diluvio

La democracia directa, la de la mano alzada asamblearia y la del plebiscito, siempre es sospechosa por dos razones: porque se presta a la manipulación, que se consigue con gran facilidad, y porque la mayoría de los problemas humanos —y no digamos los políticos— son de tal complejidad que difícilmente pueden compendiarse en una disyuntiva simplificadora entre un sí y un no.

Por eso Podemos, ahora Unidas Podemos, presenta un déficit democrático desde su fundación, que ahora ha estallado en un estrepitoso ridículo.

Pablo Iglesias quiere ‘tocar’ poder

Como es conocido, Pablo Iglesias, siempre pudoroso a la hora de tomar decisiones personales (contengan la carcajada), ha decidido preguntar a las bases cuál es el camino que debe tomar frente a la aviesa presión a que está siendo sometido por Sánchez.

Como es sabido, Sánchez le propone un pacto de cooperación ‘a la portuguesa’, que ha dado un resultado admirable: gobierno monocolor socialista, apoyado por el PSOE y otras formaciones que suscriban un pacto de programa.

Pero Iglesias quiere una coalición, es decir, quiere ‘tocar poder’ directamente y sin intermediarios (la verdad es que lo necesita para no desvanecerse, pero esta es otra cuestión).

Después de haber aspirado impúdicamente a controlar el CNI y la Agencia Tributaria, ahora le gustaría una vicepresidencia. Sánchez se opone porque, como es notorio, hay entre el PSOE y UP grandes diferencias ideológicas en asuntos clave, como en toda la cuestión catalana por poner el ejemplo más a manos. Unidas Podemos, que habla de “presos políticos” y de “exiliados”, recurrió ante el Constitucional la aplicación del artículo 155 CE, apoyada por el PSOE, y siempre se ha mostrado partidario del “derecho a decidir”, algo que ningún partido constitucionalista puede admitir.

Los detalles de la consulta

Pues bien: para que no haya dudas, el líder de Unidas Podemos ha ido al grano y ha preguntado a los suyos en los siguientes términos:

“¿Cómo deben votar los diputados y diputadas de Podemos en el debate de investidura para esta legislatura?”.

Opción 1. ”Para hacer presidente a Pedro Sánchez, es necesario llegar a un acuerdo integral de Gobierno de coalición (programático y equipos), sin vetos, donde las fuerzas de la coalición tengan una representación razonablemente proporcional a sus votos”.

Opción 2. “Para hacer presidente a Pedro Sánchez (ya sea mediante el voto a favor o la abstención), basta con la propuesta del PSOE: un Gobierno diseñado únicamente por el PSOE, colaboración en niveles administrativos subordinados al Gobierno y acuerdo programático”.

La verdad es que podía haber simplificado el dilema. Por ejemplo así: Opción 1: mediante una coalición de igual a igual entre PSOE y UP. Y Opción 2: arrastrándose UP por los suelos y aceptando la más absoluta humillación por parte del PSOE.

Descrédito general y lluvia de críticas

Se supone que “las bases” están cavilando mientras la opinión pública se troncha de risa y algunos antiguos militantes de Podemos se llevan una vez más las manos a la cabeza (las críticas más resonantes han sido las de Ramón Espinar y Teresa Rodríguez). Es obvio que una consulta en estos términos, en que se obliga a los seguidores a elegir entre Pablo Iglesias y el diluvio universal constituye una burla, una falta de respeto a la militancia.

A algunos de quienes bebemos con interés la historia de este país, se nos ha venido a la mente aquel inefable referéndum que convocó Franco el 14 de diciembre de 1966 para ratificar la Ley Orgánica del Estado, una especie de constitución autoritaria cuyo avance más aperturista era que el dictador ya no ejercería de jefe de gobierno sino que delegaría esta función en otra persona nombrada por él mismo y refrendada por las Cortes no democráticas.

Hubo una campaña electoral, naturalmente, y un póster oficial en que, bajo la foto del caudillo, se escribía “Garantía de la paz. Garantía del futuro”. Los partidarios del “no” no pudieron hacer campaña, y tampoco estaba clara en qué hubiera debido consistir si se hubiera permitido, ya que la negación de aquel acto de exaltación del ‘caudillo’ carecía de sentido. El dilema era o Franco o el diluvio.

El referéndum, una institución desacreditada

Pues bien: nada tiene que ver nuestro presente pletórico con aquel pasado triste y oscuro, pero la democracia directa es la misma osa en ambos casos. El sí abrumador a aquella Ley Orgánica del Estado, que fue del 95,6%, no legitimó en absoluto al dictador ni a su régimen.

Por eso, las grandes democracias nacidas bajo el impulso de la Revolución Francesa, la constitución norteamericana inspirada en los balbuceos democráticos ingleses del siglo XVII, son parlamentarias.

El referéndum, salvo en países de regímenes sofisticados como el suizo, es una institución desacreditada y declinante, que genera muchos más problemas de los que resuelve y que hay que mirar con extremo recelo la mayoría de las veces. Iglesias, que en un alarde reciente ya sometió a referéndum la compra de su propia de su propia casa, persiste en el error, pero este síndrome no puede ser duradero.

Antonio Papell
Director de Analytiks

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