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La Siria que no es viral: torturas, condiciones inhumanas y muertes masivas de prisioneros

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La Siria que no es viral: torturas, condiciones inhumanas y muertes masivas de prisioneros 1

El vídeo del pequeño Omran Daqneesh en una ambulancia, mirando con gesto hierático a la cámara y con una expresión de desconcierto, cubierto de polvo gris y con varias heridas a lo largo de su pequeño cuerpo, volvió a sacudir las conciencias de Occidente hace escasas semanas. Solo cuando nos encontramos con imágenes de este tipo, esas que se clavan en lo más profundo de la conciencia colectiva, nos damos cuenta de la brutal situación que están viviendo millones de sirios desde la eclosión de las primaveras árabes, allá por 2011. Pero en esa barbarie se esconden cientos de tragedias bañadas en sangre y violaciones de Derechos Humanos que permanecen ajenas al foco mediático.

La Mujabarat, los servicios de inteligencia sirios, saben bien de violar los DD. HH. y de campar a sus anchas por el régimen sirio torturando y haciendo desaparecer a la población por cuestiones políticas con total libertad. Justo antes de que estallase la revolución, cuentan Javier Espinosa y Mónica G. Prieto en su libro Siria, el país de las almas rotas. De la revolución al califato, unos niños escribieron en un muro “Ash sha’b yurid isqat an nizam”, la consigna popularizada en la revolución egipcia que significa “El pueblo quiere la caída del régimen”. Al ver tal afrenta, la Mujabarat –con unos 65.000 empleados, una cifra que supone que en un país con 16,7 millones de habitantes [datos de 2001] haya un policía secreto a tiempo completo por cada 257 sirios- arrestó a los niños y los torturaron (fueron golpeados y les arrancaron las uñas) y solo fueron liberados después de que las presiones de las familias, animadas por las autoridades a olvidarse de ellos y a ‘concebir otros hijos’, se transformaran en manifestaciones que fueron reprimidas a tiros.

Un informe publicado en agosto por Amnistía Internacional da buena cuenta del horror que algunas personas viven en Siria gracias las fuerzas del gobierno. Desde 2011, el organismo, que matiza que las cifras podrían ser aún mayores dado que han realizado una estimación moderada, ha contabilizado 300 muertes bajo custodia cada mes, 17.723 muertes entre marzo de 2011 y diciembre de 2015 y 45 muertes bajo custodia cada año antes de 2011. Cifras aterradoras para historias de espanto.

Muchos de los supervivientes con los que ha podido hablar Amnistía Internacional comentan que los abusos comenzaban en el mismo instante en que eran detenidos y continuaban hasta llegar al centro de detención. Y era aquí cuando comenzaba lo peor. Según recoge AI, los presos eran recibidos con una ‘fiesta de bienvenida’ que consistía en brutales palizas, a menudo con barras de silicona, metal o con cables eléctricos. En estas ‘fiestas’ las peores paradas eran las mujeres, sometidas a ‘cacheos de seguridad’ en los que eran violadas y agredidas por los guardias.

“Nos trataban como a animales. Querían que la gente fuera lo más inhumana posible (…) Nunca imaginé que la humanidad pudiera caer tan bajo (…) no tenían ningún problema en matarnos allí mismo”, relata Samer, un abogado que fue detenido cerca de Hama, a Amnistía Internacional.

El documento publicado por Amnistía Internacional estremece a cualquiera con una mínima capacidad de empatía. En las dependencias de los servicios de inteligencia, los detenidos eran torturados durante los interrogatorios con prácticas que iban desde la obligación a permanecer con el cuerpo contorsionado dentro de un neumático, azotes en los pies, descargas eléctricas, violaciones… también les arrancaban las uñas, los escaldaban con agua caliente, los quemaban con cigarrillos o los colgaban de las muñecas mientras eran golpeados durante interminables periodos de tiempo.

Siria era y es un infierno para muchas personas. En esos centros de reclutamiento de los servicios de inteligencia, relatan los supervivientes, las personas se encontraban hacinadas (en ocasiones tenían que dormir agachados y por turnos), sin comida, sin atención médica de ningún tipo y con un saneamiento insuficiente. Todas estas prácticas, crueles, inhumanas y degradantes, están prohibidas por el derecho internacional. Todas estas prácticas no salen a la luz, pero esta es la realidad que siguen viviendo un número incierto de sirios. Y ya son cinco años de guerra y nada parece que vaya a poner fin a este conflicto.

Sergio García M.
Sergio García es periodista, escritor y director de Comunicación y Relaciones Institucionales en Grupo Mainjobs. Ha trabajado en 'elEconomista', ha publicado en 'Ethic' y es colaborador habitual de 'Analytiks'.

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