El 5 de junio de 2017 se torció la relación entre Marruecos y Arabia Saudí. Aquel día, Riad impulsó un boicot económico contra Catar, acusándolo de causar inestabilidad en la región apoyando a grupos terroristas. Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto apoyaron el bloqueo, pero desde Rabat optaron por ponerse de perfil y ejercer de mediadores en este conflicto. El monarca marroquí, Mohamed VI, quería mantener las buenas relaciones con el Reino del Desierto, uno de los principales inversores en el país, a la vez que deseaba evitar una confrontación con Catar, cuya capacidad inversora puede ser vital para los proyectos de desarrollo marroquíes.
Desde aquel momento, la situación entró en barrena. En enero, Marruecos puso fin a su intervención militar (no así política) en Yemen, uno de los países más pobres del mundo, donde Arabia Saudí lidera una coalición para combatir a los rebeldes hutíes (apoyados por Irán). El ministro de Exteriores, Naser Burita, dijo que su país estaba preocupado por las «cuestiones humanitarias» en Yemen.
Difícil convivencia entre Marruecos y los saudíes
A comienzos de este mes, el gobierno marroquí ha llamado a consultas a su embajador en Arabia Saudí, Mustafa Mansuri. El motivo de la llamada, según cuentan varios medios locales, es la difusión en la cadena Al Arabiya (financiada con dinero saudí) de un documental sobre el Sáhara Occidental en el que se cuestiona la soberanía marroquí en el territorio. En concreto, la pieza audiovisual afirma que Marruecos ‘invadió’ este territorio tras la marcha de los ‘colonos españoles’ en 1975.
La convivencia entre ambos países ha sido respetuosa, a excepción de esporádicos altercados diplomáticos, especialmente desde el ascenso de Mohamed Bin Salmán. El heredero saudí, según cuenta Europa Press, no hizo escala el año pasado en Marruecos durante su gira regional en 2018 y Rabat ha marcado distancias en relación a la muerte del periodista Jamal Khashoggi.
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