No es ningún descubrimiento que el periodismo intenta encontrar vías de salida a la crisis de modelo de negocio en la que está inmerso, mientras distintas cabeceras –en otro tiempo de éxito- anuncian iniciativas para atraer la atención de los lectores y destinadas a garantizar su subsistencia.
Pero la realidad es que todas las empresas dedicadas a elaborar y producir contenidos, sea cual sea su soporte, se enfrentan a una cruda realidad, el escaso valor de cambio que posee hoy el producto que ponen en el mercado.
Vivimos sumergidos en una abrumadora cantidad de información que la Red nos aporta de forma gratuita, pero a la vez grosera, donde muchas veces se confunden verdades con mentiras, publicidad con noticias, calumnias con denuncias ciertas, injurias con críticas fundadas, rabietas con protestas cívicas o hasta campañas de marketing con un cierto aire de credibilidad.
El periodismo de calidad nunca fue esto. Por eso, no solo tiene futuro, sino que resulta más necesario que nunca y de ninguna manera puede ser sustituido por eso que hemos dado en llamar periodismo ciudadano, por más que produzca a veces contribuciones admirables.
El periodismo inteligente es fundamental para mantener el espíritu crítico de la sociedad, no hay mejor manera de medir el grado de libertad de un país contrastar la calidad de su prensa y de sus medios.
Es indudable que una de las herramientas que más han ayudado a conseguir esta libertad ha sido la revolución tecnológica, pero al mismo tiempo, aunque esto constituya una alarmante paradoja, ha creado una oportunidad para el engaño y la confusión porque también en internet se cometen muchas tropelías.
La abundancia de información disponible en la red ha conducido a la descapitalización de su proyección y su utilidad, lo que está produciendo nuevos hábitos de consumo. El lector de periódicos se ha acostumbrado al repaso breve de los titulares y a las informaciones inmediatas y repetitivas, de escaso valor añadido, en detrimento de la lectura en profundidad de artículos de interés.
La pérdida de la credibilidad de los medios es cada vez más acentuada, la fuerte politización de los medios y la elevada mercantilización de los contenidos informativos están en la base de este fenómeno.
La ausencia de un modelo de negocio en el periodismo digital fue muy evidente, toda vez que los diarios de papel optaron por buscar la visibilidad y el posicionamiento en el nuevo entorno sin saber cómo rentabilizarlo. “Las decisiones estratégicas en internet han sido irreflexivas porque parecía que lo único que se pretendía era estar, sin saber para qué, cómo y de qué manera. Había que situarse en la red porque si no el medio en cuestión era anticuado. A continuación, intentar cobrar por el contenido no funcionaba o, simplemente, era imposible.
El descenso en el valor de la información es notable, tanto en lo que afecta al sector periodístico como a las repercusiones que genera en la sociedad. Las noticias de bajo coste, poco densas, insuficientemente relevantes y orientadas a la rentabilidad comercial son las que, con más frecuencia, aparecen en unos medios que no están dispuestos a invertir en calidad y que se han encontrado con un público que tampoco la suele demandar. Tal vez porque ignora su existencia.
Si se hace inviable rentabilizar el producto, peligra el periodismo como negocio, en especial para la clase media. Al mismo tiempo, hay una demanda diferenciada de otro tipo de información, ya que si el producto no tiene valor ni cualidades especiales, cualquiera puede manufacturarlo abriendo la puerta al intrusismo por un lado, y al aumento de la información de poca calidad, por otro.
Cuanto más tiempo pase sin que se encuentre una buena estrategia para el pago por contenido, las posibilidades de conseguirlo serán menores. Y salvo algunos medios que saben que tienen una información muy valiosa, muy especializado, el resto no sabe cómo hacer para que la gente se enganche a un nuevo modelo.
Lo importante es tener la idea y la fortaleza para presentar en el mercado. Lo fundamental es justificar el producto que aporte ese valor añadido que legitima el precio, algo que quizá sólo se pueda conseguir, a través de un nuevo modelo de información inteligente que aporte elementos no existentes, bien porque sea exclusiva, bien porque sea clarificadora.
Ahora, en un entorno en el que la gente no está dispuesta a pagar por leer reportajes, un texto que reúna los miles de fragmentos dispersos sobre un tema concreto, los compendie y los dé un sentido, sí puede ser una opción exitosa.
En este tiempo, los que deciden y los que trabajan para los que mandan están necesitados de encontrar la información de valor, la información inteligente, novedosa, atractiva, ya que –esto está claro- no podemos cobrar al lector haciendo el mismo tipo de producto que hace diez años, y encima de menor calidad.
Generar nuevos modelos de negocio supone pensar de otra manera, pero no sólo a la hora de saber comercializar lo que se produce, sino crear un producto diferente. Vemos con mucha frecuencia un mero intercambio de declaraciones de los principales líderes políticos, algo por lo que un lector que necesita decidir no estará dispuesto a pagar.
En consecuencia, estamos necesitados de un giro y pensar si la información que se difunde realmente conecta con los intereses de quienes valoran la información de calidad, que lógicamente estarán dispuestos a pagar por ella.
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