No. Así de sencillo. Ni sus partidos ni ellos personalmente, ni su capacidad de análisis de la situación les hace lo suficientemente permeables para alcanzar un acuerdo. Si embargo, el momento histórico demanda un pacto que haga posible la gobernación del país.
Otra cosa es que estos dos líderes que se encuentran el próximo miércoles quieran unirse para compartir el acuerdo. Ambos desearían ostentar la máxima responsabilidad, estar por encima de su oponente. Porque, en efecto, eso es lo que mutuamente se consideran, oponentes.
Creen que pelean por el mismo espacio y esperan acabar con el contrario. En el caso de Pedro Sánchez, su objetivo primordial es asentarse como secretario general del Partido Socialista y despejar las dudas que reinan entre sus barones y, en especial, de aquellos que quieren ocupar su sitio. Por su parte, Pablo Iglesias está convencido de que podrá convertirse en el gran artífice del sorpasso y lograr que los socialistas españoles acaben como los griegos del PSOK.
De las elecciones del 20 D surgen cuatro grandes formaciones políticas, incapaces para el pacto, sin voluntad alguna de acuerdo y todos sus líderes llenos de líneas rojas y vetos al resto de adversarios. Esta es la pura realidad y el único pacto posible hasta ahora, el firmado entre PSOE y Ciudadanos, es un mero brindis al sol alcanzado por razones aritméticas y de pura utilidad, en todo caso ya se sabía inútil para ser el soporte de una Investidura que, en el fondo, solo sirvió, una vez más, para comprobar que cualquier acuerdo está muy lejos de ser posible, ni remotamente.
Al mismo tiempo, si se analizan los programas, las propuestas y las ideas, se pueden constatar diferencias importantes, pero no insalvables si hubiera una auténtica voluntad de acuerdo.
En el PSOE se ha producido históricamente un profundo debate interno en su ejecutiva federal. Recordemos que ni en tiempos de Felipe González, el grupo que protagonizó la famosa foto de la tortilla era capaz de controlar las corrientes sobre su propia esencia. Hasta Felipe se tuvo que emplear a fondo: “hay que ser socialistas antes que marxistas”, precisamente cuando el partido no se dejaba moldear desde la izquierda radical hacia la socialdemocracia.
Podemos surge como una fuerza asamblearia gobernada con un férreo autoritarismo ideológico y personal desde que Iglesias se erige como secretario general y, en especial, desde la formación del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados. Cualquier diferencia se salda con el cese de la voz crítica. Rígido control y nulo debate en torno a un líder incipiente cuyo carácter es calificado de soberbio, incluso por sus más próximos. Es decir, complicado para entenderse sin que sea él quien mande.
Además, un acuerdo entre ambos provocaría, de inmediato, la ruptura de Sánchez con Rivera y, en consecuencia, tampoco sumaría los votos suficientes para superar una nueva Investidura a no ser que se buscara el apoyo o, al menos, la abstención de las fuerzas nacionalistas e independentistas, lo que enojaría aún más a los barones del PSOE y a sus dirigentes históricos, que tampoco aceptarían la entrada de Iglesias en el gobierno.
En resumen, el acuerdo es imposible porque aunque los dos lo necesitan en realidad ninguno lo quiere o, mejor dicho, lo que ambos buscan por su cuenta es acabar con las opciones del otro.
Acertar con la respuesta a la pregunta del titular parece fácil, pero entraña un riesgo. No es solo análisis en este caso, también es información. No habrá acuerdo porque ambas partes lo pondrán muy difícil si se producen acercamientos. Si finalmente hay pacto habrá que reconocer el error. No lo haremos, los meteorólogos siempre encuentran escusas cuando no aciertan, los economistas solo predicen el pasado y los periodistas justifican el análisis opuesto.
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