El tradicional encuentro informativo de Web Financial Group – Bolsamanía estuvo protagonizado esta semana por el presidente de INECO, Jesús Silva. El diplomático sevillano, que hasta el nombramiento para ocupar su actual responsabilidad era embajador de España en Panamá, trazó unas líneas maestras sobre la empresa que lidera, participada en algo más de un 40 % por el grupo de Aena, en otro tanto por Adif y cuyo 15 % restante está en manos de Renfe. La entidad –“que funciona con lógica privada”, apuntó– está entre las cinco grandes ingenierías españolas. Emplea a alrededor de 2.000 ingenieros y su facturación, que “cayó en picado” a partir de 2009 y supuso un ERE de 500 personas, oscila entre los 150 y 200 millones de euros por ejercicio.
Frente a otros modelos europeos de ingenierías públicas, INECO tiene la particularidad de integrar el sector aeronáutico y el ferroviario. Presta servicio como oficina de planificación al Estado y en la actualidad está presente en medio centenar de países con diferentes proyectos, como la construcción de varios aeropuertos y líneas ferroviarias en Oriente Medio y América Latina. Y ello pese a la influencia que tiene, en los momentos presentes, la bajada del precio del barril de petróleo en la reducción de la inversión en infraestructuras “en muchos más lugares de los que se piensa” como, ejemplificó, México, Perú, Ecuador y Colombia.
La empresa concurre además a licitaciones en países de nuestro entorno como Reino Unido, aunque aún no ha logrado acceder al mercado estadounidense debido al “excesivo proteccionismo de su sistema”, que incluye registros de ingenieros en cada uno de sus estados. Además, en la nación norteamericana existe un recurrente cuestionamiento sobre el papel de la Administración pública como inversora en infraestructuras, algo que tradicionalmente ha correspondido a la iniciativa privada y que es por tanto muy difícil de abordar, advirtió, en lo que respecta a líneas de alta velocidad ferroviaria por la práctica imposibilidad de hacer rentable su construcción y en consecuencia amortizar esa gran obra. A pesar de que Estados Unidos “es casi subdesarrollado en infraestructuras comparado con Europa” y ni siquiera cuenta con un ente federal de planificación en la materia, expuso.
Jesús Silva alabó la condición de España –“gracias a un consenso histórico entre PSOE y PP que tiene ahora a la opinión pública en contra”– como “modelo de referencia mundial” en redes de transporte con “un plan para la conexión de todas las capitales de provincia con trenes de alta velocidad único”. Eso sí, en lo que se refiere a viajeros, no a mercancías. “El ferrocarril prácticamente solo es competitivo para el traslado de automóviles, el sector de los camiones es muy importante y no tendría sentido intentar cambiarlo”, afirmó, pese a los costes que esto supone en mantenimiento de carreteras. “En España se ha invertido tres veces más en educación que en infraestructuras en las últimas décadas pero con resultados dispares. Ahí tenemos a Madrid con media docena de universidades públicas cuando Luxemburgo por ejemplo no tiene siquiera una y beca a sus alumnos para que vayan a estudiar a las francesas y las alemanas”, reivindicó.
Fuga de talentos
Además, el presidente de INECO se mostró contrario a considerar negativa la llamada fuga de talentos. “Es una bendición que los jóvenes salgan. Ganan experiencia y suelen progresar en las compañías a las que van. Con la interconexión que tenemos en el mundo de hoy, exilio y emigración son dos conceptos que ya no existen”. La alemana Bayer, donde trabajó, estableció hace tiempo que alguien que no hubiera trabajado fuera como mínimo cuatro años no podría aspirar a determinados puestos de dirección, comentó antes de lamentar que españoles en la treintena aún posean un nivel de inglés insuficiente.
La pérdida de influencia de nuestro país en Latinoamérica fue otro de los extremos que Jesús Silva rechazó. En cambio y desde su experiencia como diplomático en muchos estados de la región, alabó la mejora de las relaciones públicas y de la formación de los líderes experimentada por nuestras empresas con intereses en el área en las últimas dos décadas.
El que fuera embajador de España en Panamá durante las tensiones entre la Autoridad del Canal –cuyo funcionamiento calificó de “auténtica república independiente, con normativa propia y rango constitucional”– y Sacyr, criticó la gestión de la infraestructura por parte de Estados Unidos antes de pasar a manos panameñas. “La explotación comercial que hicieron fue mala pero, tras una transición de dos décadas, el Canal se ha hecho muy operativo y es todo un modelo de buenas prácticas en Latinoamérica”. Jesús Silva reconoció errores del consorcio de empresas que lleva a cabo la ampliación –su inauguración está prevista para el próximo 26 de junio– pero el hecho de que se trate de una infraestructura por la que pasa más del 80 % del comercio mundial –el 40 % de la exportación china, el 60 % de la chilena o el 54 % del comercio interior de Estados Unidos–, así como los más de 45.000 millones de dólares ya invertidos en adaptación de barcos –pasarán de poder llevar 4.000 a 12.000 contenedores con las nuevas esclusas– y de nuevos muelles para albergarlos como los del puerto de Miami, fue decisivo para que la controversia acabara por remitir.
Para que digan que la Iniciativa privada en un modelo liberal de libre competencia es la que mejor funciona porque impulsa la generación de negocio y con ello de riqueza, en cuanto los proyectos son muy grandes, hay que invertir demasiado dinero, la perspectiva de beneficio es a muy largo plazo, a la empresa privada le entra el tembleque y ya no entra al trapo, por tanto las grandes infraestructuras en Estados Unidos se quedan sin hacer y con ello uno de los grandes pilares del crecimiento económico de un país.
Una pena de que a cambio de que SACYR pudiera realizar el canal de Panamá liderando el consorcio, el gobierno de España tuviera que consentir que Panamá dejará de ser un Paraíso fiscal para España. De aquellos lodos barros vienen estos lodos, ahora nos enteramos en los papeles de Panamá de la cantidad de empresas y personalidades que podían estar evadiendo impuestos y llevando a cabo actividades ilegales a través de compañías offshore creadas en Panamá. Malditos condicionantes.
Hoy día, tanto la construcción de infraestructuras como la investigación científica básica -no confundir con el desarrollo de productos que beben de esta-, requieren de volúmenes de inversión que muchas veces no están al alcance de la iniciativa privada.
La mayoría de infraestructuras importantes se valoran no ya en cientos de millones sino habitualmente en miles de millones de euros, basten algunos ejemplos para visualizar las magnitudes de las que hablamos: el tren de alta velocidad Meca a Medina, se presupuestó en 7000 millones de euros; lanzar un nuevo modelo de automóvil al mercado requiere inversiones del entorno de los 1500 millones de euros; construir una planta de producción de paneles para Tv, alrededor de 3500 millones de euros.
Y todo ello con requerimientos de amortización en plazos cada vez menores de tiempo, pues no sólo el producto queda obsoleto en tiempos cada vez menores, sino que las instalaciones de fabricación también sufren de esta obsolescencia acelerada y en muchos casos han de recibir inversiones notables para habilitarlas para la siguiente generación del producto que fabrican.
Por eso los grandes proyectos se trocean y se subcontratan, en especial en el caso de las infraestructuras -lo cuál es positivo, tanto porque permite el acceso de empresas de menores dimensiones a estos proyectos, que consiguen así experiencia en proyectos a los que por si mismas no habrían podido optar, como por el factor de que si hay muchos implicados debería ser más fácil limitar la corrupción inherente a estos proyectos-.
La iniciativa privada es muy importante y si creo que es creadora de negocios y riqueza -el proyecto del canal de Panamá ha generado unos 7000 empleos directos y unos 20000 indirectos durante varios años-, tiene además un instinto para encontrar fuentes de ingresos del que carece la iniciativa pública y en general, una mayor eficacia en la asignación y gestión de los recursos disponibles por la tradicional escasez de estos en la empresa privada.
Donde no es especialmente brillante la empresa privada es en la redistribución de las rentas generadas con estas inversiones, es especial cuando la mano de obra pasa a ser considerada un factor productivo en lugar de un activo para la empresa.
No estoy de acuerdo con que la empresa privada sufra de forma endémica de una visión cortoplacista de las inversiones -tenemos notables ejemplos de empresas españolas implicadas a largo plazo en la gestión de importantísimas infraestructuras como aeropuertos o autopistas en varios paises, que son ejemplo de éxito tanto de ingenieria como de eficacia en su gestión-.
Si es cierto que las empresas que obtienen la mayoría de su financiación en los mercados bursátiles, sienten la presión de generar beneficios en el corto plazo para mantener la confianza de sus inversores -aquí habría muchísimo que analizar sobre como han evolucionado estos y su toxicidad actual- y eso si puede condicionar proyectos e inversiones.