El cambio climático es uno de los principales retos de la humanidad en las próximas décadas. La sustitución del modelo energético actual, basado en combustibles fósiles, por otro en el que las energías renovables sean mayoritarias, es el gran reto de las administraciones, el tejido empresarial y la sociedad para un futuro casi inmediato.
A principios de siglo, el calentamiento global –y el cambio climático en general- eran concebidos por las administraciones como un tema de dudosa veracidad y desde una perspectiva lejana. 18 años después del 2000, la contaminación del aire es la cuarta causa de mortalidad a nivel mundial, y es la causante del fallecimiento de 32.000 españoles anualmente.
Intentando analizar las causas de este desastre que, de no recibir una intervención drástica e inmediata, sin duda se agravará en los próximos años, el modelo energético actual, basado en los combustibles fósiles, se sitúa como principal exponente en la ecuación del cambio climático. La producción de electricidad y energía térmica representa, junto al transporte, dos tercios del total de las emisiones energéticas de CO2 del planeta.
En España, la dependencia energética del exterior, que llega al 80 %, es un problema añadido al cambio climático, pero a su vez un motivo más para avanzar hacia una transición energética basada en las energías renovables y, en menor medida, el gas natural. Según Gonzalo Sáenz de Miera, director de Cambio Climático de Iberdrola, reducir el consumo de combustibles fósiles “mejora la seguridad energética en regiones muy dependientes del exterior para cubrir sus necesidades energéticas”.
Un modelo basado en la generación eléctrica renovable
Según Iberdrola, el modelo energético para 2050 estará basado en la generación eléctrica renovable en al menos un 95 %, con un mix equilibrado entre la fotovoltaica y la eólica, para optimizar el nivel de vertidos e inversiones. En este marco, los mismos cálculos prevén un nivel de generación eléctrica renovable del 55 % para el año 2030.
Para alcanzar estos datos, el transporte, el segundo sector más influyente en la actualidad sobre las emisiones de CO2 del planeta, debe sufrir un importante cambio. Electrificar la red de transporte ligero al ritmo necesario para cumplir con los objetivos marcados supondría que, en 2030, el 65 % de las ventas de coches sean de vehículos eléctricos y, el 13,9 %, de híbridos. Para 2050, estas cifras deberían aumentar hasta el 100 % de matriculaciones eléctricas. Aunque todavía hay factores a desarrollar en estas tecnologías, el rápido progreso de la industria durante los próximos años hace que la transición energética sea posible técnica y económicamente.
Sin embargo, uno de los grandes retos a los que se enfrenta el proceso de transición energética es la política. En esto, todos los actores implicados coinciden: se necesitan objetivos a largo plazo, con políticas claras y estables. Aunque cada vez existe un mayor consenso sobre la necesidad de acometer esta transformación, el difícil entendimiento entre muchas de las fuerzas políticas en España hace volar al fantasma del pesimismo sobre un futuro renovable.
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