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La otra revolución del siglo XIX: la mexicana

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La prensa popular seguía exprimiendo hasta dejarlo seco el “suceso” del año: la muerte en Talavera del torero Joselito el Gallo. Con un despliegue gráfico nunca visto, los periódicos seguían el tema inagotable, sacando nuevas imágenes de, por ejemplo, una muy reciente en la que José Gómez aparecía junto a la reina Victoria Eugenia quien, durante su prolongada estancia en Sevilla, había acudido al cortijo del ganadero Miura, acompañada por la duquesa de Santoña, para presenciar un Festival taurino en su honor, con el protagonismo, precisamente, del difunto. Puede que forzada a ello por el cargo (al parecer, la reina no era muy taurina), sin embargo, la soberana aguantó hasta la muerte del toro ejecutada por el después malogrado diestro. Además, otras instantáneas fotográficas captaban verdaderas multitudes en Madrid y Sevilla -saliendo el féretro de la primera hacia el destino definitivo en la capital sevillana-, y la inundación allí, prácticamente, de los sevillanos, en el transcurso del entierro.

Pero esa era “una” España. La otra, más real e invisible, era la de una gran parte de la población que, literalmente, pasaba -y se moría- de hambre. Consecuencia: numerosas manifestaciones y asaltos a las panaderías y los ultramarinos que reprimían con violencia las fuerzas del orden. Una triste realidad que empezaban a recoger algunos libros y obras de investigación, con títulos tan significativos como “La situación social” o “Inquietud universal (sus causas)”. (Incluso Unamuno publicó un artículo dialogado, crítico con el comunismo ruso, titulado “De la democracia bolchevista”). El primero hablaba del momento en España, el segundo del pulso alterado que se vivía en el resto del mundo, así mismo convulsionado aún por las secuelas de la guerra en Europa y, obviamente en el caso de Unamuno, de la revolución soviética. (La española era una sociedad rota que también se podía adivinar en lugares inesperados, como lo eran a la sazón los muy económicos y breves “anuncios por palabras”, a través de mensajes  como el siguiente: “50.000 pesos oro a caballero case con bondadosa e inocente señorita, evitar suicidio”. Porque también por hambre o por unas vidas míseras se suicidaba la gente.)

Mientras, en Barcelona, una ciudad aún más castigada por la violencia que Madrid, sin embargo, también allí la sociedad catalana vivía dividida, de manera que, junto a las bombas y los tiros, la buena sociedad barcelonesa asistía y organizaba eventos que los aislaban del malestar social y político circundante, como, por ejemplo,  una muy interesante carrera de motos patrocinada por la Peña del Rhin (un famoso restaurante). Las pruebas tuvieron lugar en Cardedeu, y los ganadores fueron los pilotos Fuentes y Landa, ambos montando sendas “Harley Davidson”.

También se dirigía a otra clase social -o intelectual- el polémico reportero conocido como El Caballero Audaz, que sacó su nueva novela titulada “La bien pagada”, título con gancho -lo era también la portada, nada menos que de Julio Romero de Torres, en realidad como el resto de la producción de José María Carretero (su verdadero nombre), un auténtico comerciante del libro en beneficio propio ya que él mismo se convertiría pronto en autoeditor. Pero el caso de Carretero no era el único ya que la edición vivía una edad casi dorada, tocando las obras nuevas temas mayores y menores, pero en su mayoría de palpitante actualidad. Uno de esos temas menores nos llegaba de Francia, donde aquel gobierno había decretado “freír” a impuestos a los que vivían solos, fuesen estos -o estas- solteros, viudos o divorciados, agraciados con un impuesto del 25% de su dinero como aportación al estado por su “egoísmo” al no querer (o no poder) formar una familia. Algunos articulistas españoles advertían de la posibilidad de que aquí llegara también el dichoso impuesto, recibiendo esa posibilidad una mayoría de denuestos, frente a una minoría que, a mayor honra de la raza, que comprendía que a los que no contribuyeran a esa obligación familiar, se les debería castigar de alguna forma…

Más o menos esa era la España de aquella primavera de 1920, no tan diferente al resto del mundo, igualmente puesto patas arriba. No solo en Europa sino también en América. En la primera, la noticia era el paso de la ciudad alemana de Danzig a dominio polaco (nuevo nombre: Gdansk), según una nueva cesión de los alemanes a tenor del Tratado de Versalles, aunque sería de las últimas firmas de aquel humillante tratado. Todos sabemos que, apenas dos décadas más tarde, esta ciudad y este puerto serían la excusa del III Reich para, al recuperarlo, ocupar el resto de Polonia, dando así inicio a la II Guerra Mundial. Y, en cuanto al continente americano, las agitaciones y los terremotos políticos no cesaban en México, donde los crímenes y asesinatos de sus presidentes y cabecillas se sucedían desesperadamente, siendo eliminados sucesivamente, el primero poco tiempo atrás, Francisco Ignacio Madero, que había derribado a su vez a Porfirio Díaz; y que, ahora él mismo, sería eliminado por el general Huerta, que daría paso a Carranza, para ceder éste último el doblemente vacío y sangriento “trono” de la Revolución de la República Mexicana, a Obregón, por aquellas semanas aún vivo. (La inestabilidad política ya era crónica en la América Hispana, y noticias llegadas de uno de los últimos países salidos de la enésima revolución, Guatemala, hablaban de la condena a muerte del poeta José Santos Chicano, por cuyo indulto, la prensa española exigió que se mojaran, tanto el rey y como el gobierno español, dada la dimensión de la figura de Chicano, con una obra común al resto de la poesía en español.)

Y, en fin, llegado ya a su triunfo universal el que sería bautizado muy pronto como “séptimo arte”, se inauguró en Madrid uno de los primeros “palacios” del cinematógrafo que, en años sucesivos, nacerían como hongos. Este pionero se llamaba Real Cinema, ubicado en el mismo lugar donde ahora malviven sus restos en la coqueta Plaza de Isabel II. Aquella inauguración fue todo un acontecimiento social, con la asistencia del rey y la reina, y hasta la “suegra” de doña Victoria, la muy austríaca doña María Cristina de Habsburgo. Para escándalo de algunos, el lujo de la nueva sala era inapropiado para un país en bancarrota y con hambre. Pero ya se ha dicho que siempre las diferencias de clase han ido en vías paralelas… que nunca se juntan. Pues sí, escándalo ante el precio final del nuevo coliseo que pasaba de los dos millones de pesetas. La fecha inaugural fue simbólica: el 15 de mayo, festividad de San Isidro, el mismo día de 24 años atrás en el que, también en Madrid, tuvieron lugar las primeras proyecciones cinematográficas del representante de los  Loumière por estos lares.

Mínima relación de noticias y hechos del año1920

Y, otra vez, en los antípodas, un militar que arrastraría una leyenda negra, Severiano Martínez Anido, era nombrado gobernador civil de Barcelona. En esta ciudad, ya con síntomas de extrema violencia, en noviembre, un individuo del Sindicato Libre (sostenido por la patronal) asesinaba de siete disparos al abogado y político (“abogado laboralista” diríamos después) Francisco Layret. Ejemplar defensor de los obreros, la parálisis que le afectaba impidió que intentara, siquiera, enfrentarse a su asesino. (Al mismo tiempo, otro colega del fallecido, el “Noi del Sucre” (Salvador Seguí, era deportado por orden del mismo despótico gobernador, Martínez Anido.)

En agosto se inaiguraban los VII Juegos Olímpicos en la ciudad belga de Amberes, los primeros tras el paréntesis bélico. En esta edición se exhibió, por primera vez, la bandera olímpica de cinco aros entrelazados ideada, también, por el barón de Coubertin. Escenario deportivo, en principio, era, también, un campo de fútbol donde, sin embargo, se presentaría, inesperadamente, la tragedia. Ocurrió en un estadio de Dublín donde un grupo de soldados británicos, indiscrimnadamente, disparó contra los espectadores como venganza de anteriores crímenes del IRA contra los británicos. Tras la masacre, quedaron en el estadio setenta y dos cadáveres. Esa fecha sería ya para los irlandeses “el domingo sangriento”.

El Nobel de Literatura de este año se quedó en casa (o en sus proximidades), ya que lo ganó el novelista noruego Knut Hansun.

Publicaciones nuevas de ese año: Acción Católica de la Mujer, Armas y Letras, Las Feministas, El Fulminante, Helios, No va más, La Opinión, El Patio de Monipodio, La Pluma, La Semana Deportiva, El Somatén, Torerías, La Voz y La Zarpa.

             

Otras publicaciones de mi colección, del mismo año y con publicidad:

            La Acción, Coleccionismo, Diario Universal, El Fígaro, Hoy y Raza Española (Madrid), y Diario de Córdoba (Córdoba).

 

José María López Ruiz
José María López Ruiz es escritor, periodista, investigador y publicista. Sus trabajos han aparecido, entre otras cabeceras, en Historia y Vida, Guía del Ocio, La Información de Madrid, Dígame, Historia 16 e Interviú, y en Andalucía, en El abanto, Diario de Andalucía, El Correo de Málaga y Málaga Variaciones, entre otras.

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