La guerra de Ucrania y la incontrolada belicosidad de Rusia obliga a la Unión Europea a reconsiderar su seguridad y su defensa. No se trata de aumentar los preparativos para una guerra sino de mejorar la disuasión para evitarla. En cualquier caso, ello requiere, se dice, más recursos. El criterio es impecable pero su aplicación práctica ofrece dudas razonables. Es claro que la potencia militar de la UE está siendo insuficiente para competir con Rusia (de la misma manera que en 1939 las potencias democráticas eran incapaces de vencer por si solas a las potencias del Eje y necesitaron a los Estados Unidos), pero hay dudas sobre que haya realmente necesidad de más presupuesto. Veamos algunos números:
En 2020, el conjunto de los países de la Unión Europea gastaron 198.000 millones de euros, un 5 % más que en el año anterior y la cifra más elevada desde 2006, que es el año en que empieza a contabilizarse este dato. El presupuesto de la defensa representa el 1,5 % del PIB europeo. Por otro lado, el gasto público en defensa en Rusia disminuyó 2.648,6 millones de euros en 2020, es decir un 2,67%, hasta 55.128,6 millones (63.038,1 millones de dólares), una cantidad exorbitante para un país que, con 140 millones de habitantes, tiene un PIB algo superior al español, pero muy inferior al total de la UE.
Así las cosas, cuando es patente que los 27 países de la UE invierten en Defensa casi cuatro veces lo que la Federación Rusa, no parece necesario que Occidente gaste más sino que gaste mejor. Si esos 198.000 millones invertidos al año estuvieran gestionados por una sola mano, la superioridad occidental sería abrumadora. La UE debe convertirse, en fin, una federación, porque las economías de escala que se obtendrían no se limitarían al terreno de la Defensa: todos seríamos mucho más ricos si estuviéramos juntos.
Comentarios