En el amplio abanico de oprobios que Donald Trump dedicó a diestro y siniestro durante las presidenciales en Estados Unidos, el magnate también tuvo un hueco para el gigante asiático. Además de decir que el cambio climático es, literalmente, un cuento chino pensado para menguar la competitividad de la industria estadounidense, aseguró que impondría aranceles a los productos que proviniesen de China. Y ahora, ya como presidente, Trump ha ido más allá tratando de difuminar una de las líneas rojas de Pekín: el principio de una sola China.
El termómetro de la paciencia está a punto de estallar en China. Durante una entrevista en territorio ‘amigo’, en Fox News, el magnate inmobiliario metido a presidente de la primera potencia mundial cuestionó la política estadounidense de reconocer solo una China. Confesó que no sabe por qué tienen que “estar obligados” a respetar este principio “a menos que se realice un acuerdo con China que tenga que ver con otras cosas, incluyendo el comercio”.
Trump no es amigo de la diplomacia. Fruto de su carácter y de un escaso conocimiento –según la prensa oficial china– en materia de política exterior, el flamante presidente decidió levantar el teléfono para felicitar a Tsai Ing-wen por su victoria en las presidenciales de Taiwán y mencionar, según informó el equipo de Trump, de los estrechos lazos económicos, políticos y de seguridad que unen a ambas regiones. Un gesto que desde Pekín se interpreta como un apoyo a la independencia de Taiwán y una ruptura del consenso sobre el que se basan las relaciones bilaterales entre el gigante asiático y Washington desde 1972, siete años antes de que se restablecieran las relaciones diplomáticas. El Gobierno de China está seriamente preocupado por las declaraciones de Trump “porque la cuestión de Taiwán es un asunto central para China”, señalan.
[pullquote]Desde Pekín consideran los gestos de Trump como un apoyo a la independencia de Taiwán[/pullquote]
¿En qué se basa dicha cuestión? Muy sencillo: Pekín exige a cualquier país con el que quiera mantener relaciones diplomáticas que reconozca que Taiwán forma parte de su territorio. Esta condición impide a la isla separarse políticamente del continente y establecer vínculos con otras naciones como un país normal. En la actualidad, solo 22 estados mantienen relaciones con Taipéi. Por este motivo, desde la Ciudad Prohibida temen que Trump quiera utilizar a Taiwán como argumento en una negociación más amplia.
Los mandamases chinos consideran que hay un claro consenso social sobre la pertenencia de la isla rebelde al gigante asiático y que los ciudadanos no perdonarían un cisma. “El Partido Comunista sería derribado por su propio pueblo si Taiwán se independizara”, le dijo el presidente Xi Jinping a la líder de la oposición taiwanesa, Hung Hsiu Chu, el pasado mes de noviembre, según informa La Vanguardia.
Hay quien va más allá y comienza a hacer sonar las trompetas de guerra. El Global Times, brazo propagandístico del Partido Comunista, dedicó un editorial a Trump con un claro trasfondo bélico: “Si EE. UU. abandona la política de una sola China y aumenta la venta de armas a Taiwán [la compra y venta de armas siempre ha estado a la orden del día entre ambas regiones, a pesar de que en 1982 EE. UU. y China llegaron a un acuerdo para reducir gradualmente, hasta cero, la comercialización de armas a Taiwán], Pekín ya no tendría motivos para anteponer la paz al uso de la fuerza para tomar Taiwán” y también “podría vender secretamente armas a fuerzas hostiles a EE. UU.” Las amenazas, afiladas como cuchillos, vuelan entre la primera potencia mundial y la segunda.
[pullquote]”Pekín podría vender armas a fuerzas hostiles a EE. UU.”[/pullquote]
Guiños hacia Rusia
Mientras aumenta la gresca verbal entre Pekín y Washington, Donald Trump tiende puentes de terciopelo hacia el Kremlin. El último gesto, la designación de una persona que trabaje para reparar la fracturada relación entre Rusia y EE. UU., el director ejecutivo de Exxon Mobil, Rex Tillerson, como secretario de Estado. Tillerson tampoco tiene experiencia en gobiernos, pero su experiencia al frente de una de las mayores multinacionales del mundo es ciertamente relevante para su desempeño eventual como jefe de la diplomacia.
El nuevo secretario de Estado, además de haber recibido un premio de manos de Putin, el reconocimiento de la Orden de la Amistad, en 2013 –aunque su relación data de 1990, cuando la empresa desembarcó en Rusia–, es un claro enemigo de la política de sanciones contra Moscú promocionada por la Administración Obama en el marco de la crisis de Ucrania, ya que llevaron al colapso de los emprendimientos de Exxon Mobil en aquel país. No obstante, Tillerson deberá recibir la aprobación del Senado antes de ocupar el cargo y basta el voto en contra de la minoría demócrata y tres republicanos para echar por tierra su nombramiento.
A lo largo de lo que duró la dura campaña electoral, Trump dedicó grandes halagos a Putin y se mostró favorable a preservar los intereses de Rusia. Este gesto podría tener consecuencias a medio y largo plazo. En el tablero sirio, donde la presencia de las dos potencias es vital para el conflicto, Trump podría ‘ayudar’ a Putin y conseguir cierta estabilidad en la zona apoyando los intereses del presidente Al Assad. Está por ver que todos estos cambios en la geopolítica mundial traigan paz a Siria, pero sin duda sería la mejor noticia de todas.
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