Pablo Casado, el presidente del PP, merecerá una obra que narre cómo tomó las riendas del principal partido conservador de España y lo convirtió, en tan solo unos meses, en la marca blanca de la ultraderecha. Como en Cinco horas con Mario, la deliciosa novela de Delibes, alguien, al final de su carrera política, le reprochará todas sus mentiras, sus salidas de tono y su sincronización con el discurso de Santiago Abascal. Con la diferencia de que, en la obra, quien pasaba a mejor vida era un intelectual comprometido con su tiempo.
El equipo de Casado maneja algunas encuestas que desconocemos y que les obligan a moverse, a buscar alternativas, nuevas estrategias; cualquier cosa con tal de frenar la fuga de votos, principalmente hacia Vox. El pasado 14 de marzo, el líder del PP admitió que su plan de exportar el pacto andaluz a La Moncloa podría no funcionar debido al sistema electoral, de modo que pidió a los nuevos partidos que no se presentasen a las elecciones generales del 28-A en las circunscripciones pequeñas, aquellas que aportan entre dos y seis escaños al Congreso, porque la fragmentación del voto, ya saben, puede beneficiar a la izquierda.
Obviamente, este signo de debilidad fue recibido con una carcajada en el partido de la testosterona rojigualda y los morriones. El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, avanzó que la formación no se plegaría a los intereses de ningún otro partido. Respecto a la posibilidad de que no presenten tres candidatos al Senado en todas las provincias, el partido aseguró que eso solo sería posible si no encuentran personas adecuadas para completar su lista.
Pablo Casado lo intenta con Ciudadanos
El miércoles era el turno de una nueva estrategia. Esta vez, el Cid constitucionalista tendió la mano a Ciudadanos para, juntos, crear “una alianza de senadores por España y la Constitución” con la que conseguir más escaños en el Senado. Pablo Casado, para aparentar tranquilidad, aseguró que el PP no pide nada porque le convenga o lo necesite, sino que sale «a ganar el partido con una mayoría suficiente para conseguir cambiar la dinámica destructiva del Gobierno de Sánchez». O ellos o el caos, como decía la viñeta de Hermano Lobo.

Viñeta de Hermano Lobo
Si, como pronostican las encuestas, los socialistas ganan en casi todas las provincias, consecuentemente obtendrían una clara mayoría en el Senado. La Cámara Alta, con el secesionismo de Cataluña en llamas, ha cobrado una gran relevancia repentinamente, ya que la aplicación del Artículo 155, la principal arma electoral de la derecha, es una atribución que debe contar con el visto bueno del Senado, como recuerda José Apezarena.
Listas preparadas para un futuro difícil
Casado intenta blindarse. Hacia fuera, con mentiras; de Génova para dentro, con unas listas preparadas para amortiguar la debacle poselectoral. El presidente del PP no quiere noches de cuchillos largos ni motines a bordo. En los nueve meses que lleva al frente de la formación conservadora, ya ha pulido hasta su desaparición los resortes sorayistas y marianistas de la gaviota.
Está por ver quién velará el fantasma político de Pablo Casado, quién hará de Carmen, la viuda de Mario. Puede ser un Santiago Abascal venido a más, recordándole que seguía siendo la ‘derechita cobarde’ incapaz de ser más duro con los más débiles y que jamás debió entrar a competir en esa carrera por la hegemonía del espacio ultra; o un Mariano Rajoy impertérrito, de vuelta del olvido, que reprocha a Casado haber abandonado el centroderecha y la moderación.
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