Como todo el mundo sabe, el 155 es el artículo de la Constitución previsto para que el Gobierno de la nación intervenga una comunidad autónoma cuando ésta sobrepasa sus competencias o, como ocurrió hace dos años en Cataluña, se lanza un pulso al Estado para derrocarlo o acabar con su integridad territorial.
Hace dos años, el artículo 155 fue aplicado ante la amenaza que había supuesto el 1 de octubre la Declaración de Independencia. Entonces, el 155 condujo a una convocatoria electoral en Cataluña sin que, por un lado, tuviera consecuencias catastróficas como algunos agoreros predecían ni, por la otra banda, aportara efectos balsámicos como otros demandantes ingenuos solicitaban. En aquel momento, frenó el tsunami independentista, pero podríamos afirmar que solo condujo a lo que en rugby se denomina “patada a seguir”, es decir trasladar el problema para más adelante.
Los más críticos señalan que se aplicó mal, que el Gobierno del PP se quedó corto y no se atrevió a intervenir TV-3 ni la dirección de los mossos. Pero lo cierto es que el entonces presidente tuvo la valentía de aplicarlo, aunque fuera cuando ya no había más remedio y lograr hacerlo con el acuerdo fundamental de otras fuerzas y sus líderes, en concreto de Sánchez y Rivera.
La situación es ahora especialmente kafkiana, ya que el artículo en cuestión exige que sea aprobado por el Senado una vez que el Gobierno lo solicite, pero la Cámara Alta se encuentra disuelta y el ejecutivo en funciones. Las dudas de constitucionalidad en esta situación son un problema añadido, aunque al mismo tiempo, los partidos juegan sus tácticas al revés de lo que veníamos viendo. Las llamadas derechas lo solicitaban a cada paso, mientras las izquierdas lo rechazaban como fórmula contraria al diálogo que preconizaban como vitola de presunta superioridad democrática. En todo caso, la primera medida en mano del Gobierno es aplicar la Ley de Seguridad Nacional.
Sánchez no tendría inconveniente en aplicar el artículo 155
El presidente en funciones sigue utilizando machaconamente la expresión “el Gobierno de España”, en este caso para indicar que no tendrá inconveniente en aplicar el artículo 155. Es más, el lema de su precampaña con ese “Ahora, España” lo dice todo. Hay un giro copernicano en su argumentación, similar a la expresión “no dormiría tranquilo con ministros de Podemos en el Gobierno”. Pero es que hace poco más de un año, el alarde que le permitió llegar a la Moncloa fue apoyarse en los independentistas para la moción de censura que, con el trabajo lubricante de Podemos como el propio Iglesias se encarga de recordar a cada paso, acabara tumbando al gobierno de Rajoy.
Más tarde, el secretario general del PSOE que fue expulsado del partido por su ya famoso “no es no” y que constituye la esencia de su marca personal, intentó avanzar un borrador de presupuesto con su entonces “socio preferente” Pablo Iglesias, aunque poco tiempo después este se convertía para el presidente en el principal escollo para negociar un gobierno de coalición. Ni hubo presupuestos ni hubo relator en el diálogo con la Generalitat, aunque sí hubo adelanto electoral y, tras varios meses de bloqueo, repetición de los comicios.
En las vísperas de la sentencia por el juicio del procés, las espadas están en alto con el llamamiento de los líderes catalanes a la desobediencia, incluida la posibilidad de abrir las cáceles a los condenados que han sido juzgados por rebelión, sedición y malversación. Todo esto sin que conozcamos aún los detalles de la sentencia del Supremo que debate en los últimos días la manera de hacer público su fallo, lo que hace suponer que la decisión será dura y las consecuencias imprevisibles. Mientras se toma la decisión sobre el 155, en una primera etapa, la Ley de Seguridad Nacional parece el camino elegido.
Si la sentencia es dura, el descontrol y la insumisión institucional en Cataluña pueden acabar provocando una nueva aplicación del 155 que, en este caso, puede otorgar una amplia victoria a Pedro Sánchez. Él lo sabe y su principal asesor, el gurú Iván Redondo, hace tiempo que llegó a esa conclusión. Por eso, no se ha cansado de aconsejar al presidente para que forzara una nueva visita a las urnas en noviembre. Dicho y hecho, los consejos del hombre que susurra al oído del presidente se han impuesto a otras voces que querían formar un gobierno de izquierdas con Podemos o de centro con Ciudadanos. El primero estuvo cerca, pero quitaba el sueño, el segundo Rivera lo hizo inviable.
En resumen, esta campaña ya no estará presidida por el argumento central de la subida de Vox y la llegada emergente de la ultraderecha. Una vez conseguido forzar el pulso a todos los adversarios para repetir los comicios y una vez hecha pública la sentencia del procés, que será dura, al presidente ya no temblará el pulso para aplicar el 155, sin ninguna duda de inconstitucionalidad. Lo transmite claramente su nuevo lema: “Ahora, España”. Y la conclusión es que sumará votos y se acercará a la mayoría absoluta. La semana próxima será intensa, exhumación de Franco, sentencia del procés y máxima tensión en Cataluña. Al final, ya veremos si hay artículo 155. No se puede pedir más. Permanezcan atentos a la pantalla de Analytiks.
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