Debate entre los 4 candidatos a la presidencia del Gobierno en televisión, el primero que se celebra en España con este formato. Juego de estrategias entre los contendientes para captar el voto de los indecisos y, sobre todo, evitar errores para no quedar fuera de la carrera electoral.
Aunque todos mostraron su disposición para no tener que repetir de nuevo las elecciones, las posiciones están demasiado cerradas para favorecer un acuerdo que facilite la formación de un nuevo gobierno. Al final, sin un ganador claro, todos siguen vivos, muy enrocados en sus posiciones, lo que hace vislumbrar grandes dificultades para formar un nuevo ejecutivo con alguna solidez parlamentaria que permita afrontar los retos que tiene planteados el país.
Intercambio dialéctico demasiado encorsetado por los bloques prefijados, por la actitud de los 3 moderadores y, en buena medida, por el miedo al efecto rechazo a la descalificación directa. En efecto, el “usted no es decente” de Sánchez, dirigido a Rajoy del ‘cara a cara’ de diciembre, actuó como antídoto para que ninguno de los candidatos practicara el insulto como moneda para minar al adversario directo.
El presidente en funciones mantuvo que hará lo mismo, intentar una gran coalición de partidos sensatos, a lo que añadió, aludiendo veladamente a Sánchez, “de líderes sensatos”, pensando seguramente que el secretario general de los socialistas no seguirá al frente de su partido. Rivera se mostró dispuesto a entenderse con populares y socialistas, pero aún afirmando que no hay vetos, señaló que la regeneración exige un cambio que no admite a quien ha tolerado o, al menos, no ha luchado, contra la corrupción.
Iglesias quiso mostrarse cercano a los socialistas ante lo que definió como un escenario de dos únicas alternativas: “o con el PP o con nosotros”, a lo que Sánchez no contestó, aludiendo en varias ocasiones que el voto de Iglesias con Rajoy ya impidió su investidura.
Esta vez, como en tantas otras, no hay un ganador claro o, mejor dicho, cada partido considera, como siempre, que su líder es el mejor. La realidad es que todos ganaron y, a la vez, perdieron porque no fueron capaces de mostrar lo fundamental que se les pide, capacidad para entenderse. Eso sí, esta vez no hubo insultos ni descalificaciones graves. Pero sin renunciar a la crítica de los perfiles más negativos del adversario, podrían haber demostrado capacidad para el pacto, no solo el voluntarismo inicial, sino auténtico espíritu de concordia y grandeza histórica para colaborar y sacar al país de una situación compleja que exige encontrar una fórmula mágica que permita garantizar el Estado de Bienestar y seguir reduciendo el déficit como nos reclama Europa.
Comentarios