La encuesta de Metroscopia sobre la correlación de fuerzas en España publicada hace unos días por las cabeceras del Grupo Henneo arroja un resultado inquietante, no tanto por los resultados en sí mismos, que son en esta etapa de la historia española francamente volátiles, cuanto por la evidencia de que la corrección de la proporcionalidad que en que se basa la LOREG, de acuerdo con los “criterios de representación proporcional” que consagra la propia Constitución, no es suficiente para proporcionar la deseable gobernabilidad.
En contra de la conocida teoría de Duverger —el sociólogo político más brillante de la segunda mitad del siglo pasado (*)— que atribuía el bipartidismo imperfecto que se ha formado desde 1982 hasta 2015 a los efectos de la ley d’Hont sobre la proporcionalidad, ahora se constata que al surgir nuevos actores políticos el espectro se fragmenta en exceso. En 2015, estrenamos un modelo de cuatro grandes formaciones, junto a otras de menor cuantía, que ya provocó serios problemas, puesto que no hubo manera de formar una mayoría y hubo que repetir las elecciones en 2016, tras las cuales sólo fue posible la investidura de un presidente por la fractura de un partido rival. Y ahora, todo indica que el problema se ha agravado con el surgimiento de un nuevo actor.
La referida encuesta otorga 89 escaños al PSOE (+4 con respecto a junio de 2016); 70 a Ciudadanos (+38); 68 al PP (-69); 63 a Unidos Podemos (-8) y 29 a VOX (+29, dado que irrumpe por primera vez). Pues bien: con estas cifras, la hipotética coalición de izquierdas PSOE-UP consigue 152 escaños, en tanto la coalición conservadora tripartita C’s-PP-Vox logra 167 (si la derecha democrática rechazase pactar con Vox se quedaría con 138 escaños). En definitiva, los bloques estatales ‘naturales’ no alcanzarían la mayoría absoluta, 176 escaños, que se supeditaría a las formaciones menores, que en esta encuesta logran 31 escaños.
La gobernabilidad con estos cinco grandes actores es compleja y estéril, como lo fue en la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando debió gobernar largos años un ‘pentapartito’. Y ello es particularmente preocupante si se piensa que tenemos conflictos estructurales que resolver, que requieren grandes consensos, y una reforma constitucional que realizar para poner al día la ley fundamental. Es probable que el problema no tenga solución, ya que no sería fácil acordar ahora una reforma constitucional para reducir aún más la proporcionalidad y avanzar hacia un modelo mayoritario a una o dos vueltas, pero sí cabría quizá reformar la LOREG en un sentido o en otro. Y en todo caso, conviene que tengamos conciencia del problema, que añade una dificultad adicional a nuestros quebraderos de cabeza.
(*).-La ley de Duverger, enunciada en su “Sociología política”, libro de cabecera de politólogos y políticos en la Transición, aseguraba empíricamente que los sistemas de representación mayoritaria dan lugar a regímenes parlamentarios bipartidistas, mientras que los sistemas de representación proporcional engendran modelos pluripartidistas. Los ejemplos eran el británico y el italiano de la primera etapa tras la Segunda Guerra Mundial.
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