El expresidente del Gobierno y presidente de FAES, Jose María Aznar, ha avisado esta semana en un mitin en El Ejido de que la “fragmentación” es una “maldita derrota” para el “centroderecha español” y ha apelado a la “unificación” del voto, “absolutamente esencial para restablecer el orden constitucional”. Y ha concluido su reflexión en tono apocalíptico: “O hay una concentración masiva de voto en torno al PP o corremos serios riesgos de que esa tropa, esa banda de secesionistas, de terroristas, independentistas, de batasunos y de radicales de Podemos condicionen el gobierno de España, y eso no puede pasar nunca”.
Sucede sin embargo que Aznar no es en absoluto inocente de lo que ocurre en la derecha española. La gran corrupción que desembocó en la moción de censura que expulsó a Rajoy del poder el año pasado comenzó claramente durante su etapa de presidente del Gobierno (recuérdese la presencia de los cabecillas de Gürtel en la boda de su hija en El Escorial) y su vicepresidente económico, Rodrigo Rato, ha sido uno de los protagonistas principales del colosal escándalo. De otro lado, Aznar, resentido y malcarado, ha segado constantemente la hierba bajo los pies de Rajoy, y el surgimiento de VOX no es ajeno a las descalificaciones constantes que FAES ha venido haciendo de la última etapa del gobierno del PP.
Sea como sea, lo cierto es que hay en la actualidad tres derechas que se disputan el poder y el liderazgo del hemisferio de estribor. Con la particularidad de que el surgimiento de VOX en la extrema derecha está condicionando el discurso de las otras dos formaciones, que se han sumado al relato de los más radicales, como pronosticó Steve Bannon, el asesor de Trump que coordina (y quien sabe si financia) el populismo reaccionario en la Unión Europea.
Encuestas y posiblidades
Las encuestas que se han publicado hasta el lunes (y ya no se han podido publicar más legalmente por la conocida y anacrónica proscripción de la LOREG) sugieren que las tres fuerzas conservadoras —PP, C’s y VOX— conseguirán juntas algunos votos más que las dos fuerzas de izquierdas, si bien con toda probabilidad los progresistas superarán holgadamente en escaños a los conservadores a causa de la referida división del espacio.
De un espacio que ni siquiera tiene liderazgo claro. Los dos grandes debates televisados no han sido tanto una confrontación derecha-izquierda cuanto una especie de primarias entre PP y C’s ante la mirada perpleja de PSOE y UP. Rivera y Casado pugnan a cara de perro por el liderazgo de la derecha… mirando por el rabillo del ojo a Abascal, quien, mientras sus compañeros de viaje se pierden en la repetición de lugares comunes, llena las plazas de toros con un público que a buen seguro acaba de abandonar a sus antiguos referentes, PP y C’s.
Es un hecho que si PP, C’s y Vox consiguen el domingo mayoría absoluta de escaños, formarán gobierno bajo el liderazgo del jefe de la organización más votada de las tres. En caso contrario, la derecha entrará en un bucle autodestructivo. En particular, el PP a la baja se replanteará seguramente el liderazgo de Casado, quien venció en primarias pero no supo integrar después a la mejor cabeza que tenía el PP, Soraya Sáenz de Santamaría.
La pugna está ya dejando muertos y heridos políticos en el camino, lo cual no ayudará a PP y C’s a afianzar sus resultados: el extraño viaje de Garrido a Ciudadanos, desdeñando la cuarta plaza en las europeas por aceptar la decimotercera en las elecciones a la asamblea de Madrid, es una bofetada muy significativa del PP profundo a Casado, y pone de manifiesto que las elecciones generales serán, además, la dramática recomposición de todo el espacio conservador.
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