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Sí, el momento del Rey

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Sí, el momento del Rey 1

Sigo pensando que tenemos un Rey de primera, me cae bien. Con esta misma afirmación comenzaba un artículo hace apenas un mes. Y la mantengo porque, mira que es duro su oficio, le pone voluntad y esfuerzo y tiene mérito. Seguro que tiene cosas que mejorar, pero ya está en ello.

Seguramente ha estado demasiado encorsetado, atento al protocolo, pero conserva la ilusión por hacerlo bien, por servir al país. Desconozco si ha leído el artículo “La hora del Rey” que publicamos en Analytiks el 23 de junio, supongo que tiene cosas más importantes que hacer, aunque aseguran que está siempre atento a lo que dice la prensa.

La verdad es que Felipe VI intenta ser natural y sí, su lenguaje no verbal mejorar por momentos, transmite complicidad, soltura y eso es muy bueno porque si consigue sentirse cómodo nos transmitirá confianza y sosiego, que para una sociedad como la nuestra ya es un descanso.

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Le hemos visto en la entrega del premio iberoamericano de periodismo y ha cambiado su corbata, seguramente la que a él le apetece, se ha reído con Carlos Herrera y ha disfrutado con lo que hace. De Carlos Herrera, amigo de la familia, dijo no hace mucho en la entrega del Premio Mariano de Cavia que ” es el periodista de todos. El de la distendida cotidianidad a pie de calle. Un comunicador valiente, espontáneo y optimista, con bastante más “fósforos” que complejos; buen conocedor y valedor de España, admirador y divulgador de su diversidad cultural y social, partícipe y practicante de sus tradiciones y aficiones”. Está bien, como diría un clásico, “lo ha clavao”.

Lo mejor que tiene Felipe VI es la voluntad, el empeño, quiere hacerlo bien para servir a su país y por tanto, lo mínimo que podemos hacer es agradecer el esfuerzo. La tarea no es fácil, especialmente en un momento convulso en el que su papel constitucional de árbitro político es decisivo y no del todo definido en la Carta Magna.

Pero, sobre todo, lo más importante es transmitir sosiego y paz a un país que ha se ha dedicó a despeñarse con frenético celo y excesiva frecuencia. Por ese odio cainita que impedía el entendimiento. Seguramente este es el mérito principal que podemos agradecer a su padre, el ahora Rey emérito, su esfuerzo por superar la maldición de las dos Españas.

Una nueva generación llega a las instituciones, a los puestos de mando y responsabilidad, el propio Felipe VI es un ejemplo de un cambio del que nos debemos sentir orgullosos, pero que para fructificar necesita una condición fundamental, desterrar el odio.

La Transición fue un éxito precisamente por esto, por la voluntad de concordia y entendimiento, toda una generación de gentes muy diversas fueron capaces de entenderse en lo fundamental, en crear las condiciones de convivencia para trabajar todos juntos y construir un país mejor. El Rey Juan Carlos fue una pieza decisiva, seguro que cometió errores, pero su acierto fundamental fue integrar a todos en la terea común.

Por ello, Felipe VI tiene que hacer lo mismo. No se lo ponen fácil porque un cierto odio trasnochado asoma con demasiada frecuencia en tantas afirmaciones y conductas inapropiadas. Los comentarios vertidos en las redes sociales contra los familiares de un torrero recientemente fallecido son un ejemplo que invita a la reflexión y, sobre todo, a la preocupación. Todos los que magnifican este nuevo periodismo popular en el que todo vale deberían pensarlo. En realidad, los que siempre fueron irrelevantes lo siguen siendo, pero no les hagamos pensar que tienen algún valor, solo por la cobardía que ponen de manifiesto.

Lo de repetir las elecciones cada seis meses no es el mejor ejercicio de entendimiento y diálogo, sino mas bien todo lo contrario. Desde la autoritas que se está ganando a pulso, no la heredada, porque esto no se hereda, se tiene o no se tiene; el Rey tiene que ejercer un papel decisivo, hacer que el país sea gobernable.

Sus corbatas, su forma de saber estar, su manera de hablar, un lenguaje que mejora cada vez que se siente satisfecho con lo que hace. En solo unos días ha mejorado de forma considerable, pero no por nada extraordinario, solo porque se cree lo que hace, es fundamental para que el país encuentre el camino.

No necesita decir demasiadas cosas, sus palabras tienen que llegar con fuerza y generar un estado de ánimo, es un ejercicio de calidad, no de cantidad o de erudición. Es preciso ir al fondo de la cuestión, nada de protocolos o circunloquios, es decir, mensaje claro y directo sobre las cuestiones de fondo.

Hay que ser creíble y eso hay que ganárselo a diario, sin ejercicios de oratoria, hay que ir a lo que importa y motivar a la audiencia, aburrir es el mayor pecado de los que no tienen nada que decir. Pero atención, que te entiendan no quiere decir convertir en la madre superiora, hay que llegar a la mente del receptor del mensaje, entrar en su cerebro y buscar argumentos de complicidad, suena a ciencia ficción, pero cuando se consigue, el éxito está asegurado. Las palabras tienen que tener música para no generar tedioso deseo de que acabe el manido discurso de turno. El discurso tiene que ser el mismo, eso sí, adaptado a todas las variables y los redactores tienen que recibir órdenes expresas para incluir lo verdaderamente necesario.

Para llegar a la gente hay que creérselo y, en consecuencia, utilizar toda la fuerza de las manos o los ojos. Los seres humanos se mueven por emociones y si queremos liderar al país, hay que llegar al corazón. Nunca fui monárquico y creo tampoco lo seré en el futuro, pero creo que este Rey puede funcionar, se lo tiene que ganar y en eso está.

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1 Comentario

  1. He leido el comentario de D. Rafael Serrano y me ha encantao porque pienso que todo lo que dice es verdad desde que subio al trono no se ha visto al rey Felipe mas que echandole ganas y buenas maneras al cargo porque ademas de las ganas hay que hacerlo bien y D. Felipe todo lo que ha hecho me ha parecido muy bien, todo, asi que los españoles creo que estamos contentos con el yo por lo menos si que lo estoy y agradecido PORQUE SABE HACER SU TRABAJO enhorabuena D. Felipe

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