James Joyce | Analytiks

La nieve es, con diferencia, el fenómeno meteorológico que más nos asombra. Cada vez que los copos visten de blanco nuestra ciudad, salimos a las calles como si fuese la Luna la que, despedazada, nos llega en forma de gélida ceniza. En Madrid, ciudad acostumbrada al ajetreo y al ruido desde que en el año 1561 Felipe II decidiese traer su corte a lo que entonces no era más que una pequeña villa, no nos acostumbramos a las nevadas intensas. Plaza de la Villa y antiguo Ayuntamiento de Madrid. La siempre transitada y estresada Madrid vive en paz por unos días. Descansan los trenes, se cierra el aeropuerto y los millones de coches desaparecen, indisntinguibles, bajo un intenso manto blanco. Y cuando estos animales de combustión descansan, nosotros, los madrileños, tomamos las calles, las plazas y las carreteras; y bailamos, saltamos, nos lanzamos bolas o incluso sacamos los esquíes para recorrer la Gran Vía. Porque cuando hay nieve, la ciudad es más nuestra que nunca. Cierto es que las autoridades han recomendado no salir a la calle, pero igual de cierto es lo siguiente: que esta nevada es histórica, que acabamos de dejar atrás un severo confinamiento y que nos merecemos disfrutar de un paisaje exótico en esta selva de hormigón. Y porque ya saben: año de nieves, año de bienes. Plaza del Cascorro y monumento a Eloy Gonzalo. La belleza de Madrid nevado también nos ha dejado relatos amargos. Gente que ha tenido que pasar la noche en sus coches en alguna carretera, aguantando con la calefacción, botellas de agua y, con suerte, alguna chocolatina comprada, en una gasolinera. Gente sin poder regresar a su Madrid. Y gente, como José Antonio, un conductor de ambulancia que rompió a llorar en plena conexión con la Cadena Ser porque, víctima del temporal, se había quedado aislado y sin poder ir a su casa, donde le esperaba su mujer minusválida. Vista de la Gran Vía nevada. Siempre que nieva me acuerdo de James Joyce y su cuento ‘Los muertos’: «Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos». Todo esto pasará. La nieve se marchará y volveremos a la anterior normalidad, que uno ya no sabe si es la vieja o la nueva. Y por si no vuelve a nevar en otros 50 años, disfruten de estas magníficas fotografías, tomadas por Antonio Martínez Moreno. (Texto: Sergio García).

Portada de Analytiks.es

A Debate, Argumentos, Economía, Europa, Mundo, Business, Consultorio

Etiqueta: James Joyce

Fotogalería | La gran nevada de Madrid: retrato de un acontecimiento histórico

Louis Black: “Los grandes estudios conciben la producción de películas pensando más en la taquilla que en los resultados artísticos”

Síguenos en redes sociales:

Sobre analytiks

Últimos artículos

El destino incierto de Podemos

Pujol cree que el conflicto tiene solución

Los indultos, una apuesta valiente

La prospectiva en el Estado moderno (de Joaquín Garrigues a Iván Redondo)

Síguenos en redes sociales:

Popular Posts

Literatura, irrealidad y realismo en El Quijote

El mejor presidente de la democracia

“Soy gay y de izquierdas… pero me siento atraído por Santiago Abascal”

¿Igualdad de oportunidades? La pobreza y la riqueza, hereditarias en España

Portada de Analytiks.es

A Debate, Argumentos, Economía, Europa, Mundo, Business, Consultorio

Etiqueta: James Joyce

Síguenos en redes sociales:

Facebook

Twitter

Instagram

Facebook

Twitter

Instagram

Popular Posts