La tecnología está cambiando la forma en que nos relacionamos con otras personas y con nuestro entorno. Y mucho más que van a cambiar, pero esta vez vamos a centrarnos en el sector automovilístico. El vehículo autónomo ha impulsado un proceso de innovación que va mucho más allá de la evolución tecnológica y que afectará directamente al territorio y la sociedad. Las consecuencias de su implantación, señala un estudio realizado por el ThinkHub de la Fundación Caminos, son tan prometedoras como inciertas, pues hay interrogantes clave como “la incidencia del vehículo autónomo en el consumo de energía, el empleo y la ordenación del territorio, así como la manera en que las personas asumirán el cambio y a qué velocidad se producirá la transición”.
Al margen de estas cuestiones, lo que sí está claro es que van a producirse importantes cambios que no deben ignorarse. “Cuanto mejor se esté preparado, mejor se podrán acometer los retos y aprovechar las oportunidades, tanto en la propia movilidad como sobre los efectos negativos del modelo actual de transporte, acelerando, por ejemplo, su obligada descarbonización. El vehículo autónomo abre innumerables oportunidades para la ingeniería civil –especialmente en cuanto al equipamiento de las vías de comunicación y a la planificación y coordinación de la movilidad–, con implicaciones para el transporte de personas y mercancías, las ciudades y el territorio, la seguridad vial, el mercado de trabajo, el consumo energético y la regulación”, explica el informe.
La automatización es cada vez mayor, a lo que hay que sumar el proceso de digitalización y el cambio de usos, sobre todo de los privados. Pronto veremos que el vehículo eléctrico, el compartido o el autónomo son nuevos modelos y formas. “los autónomos”, explica el estudio de la Fundación Caminos, “se caracterizan por su capacidad para desplazarse de manera independiente” debido a las diversas herramientas tecnológicas con que están dotados para percibir su entorno y tomar decisiones en consecuencia. Así, desaparecerán algunas limitaciones de movilidad por dificultades para conducir, como la edad, y se experimentarán numerosos cambios en el transporte y la movilidad. “La revolución no está tanto en el desarrollo tecnológico en sí, como en sus implicaciones en el modo en que la sociedad y las personas se organizan, se relacionan y entienden su vida”, apunta el texto.
Es muy probable que en el futuro todos los vehículos autónomos sean eléctricos. Además, permitirán la conducción con un mayor nivel de automatización y “podrán comunicarse con otros vehículos de su entorno y con el viario y reaccionar a raíz de protocolos preestablecidos. En consecuencia, no se trata solamente de un vehículo “conectado”, sino de un vehículo cooperativo (con el entorno, la meteorología…). Todo ello hará seguramente necesaria la existencia de nuevos centros de control o sistemas de organización remota”, explica el informe.
La llegada del vehículo autónomo también provocará efectos inciertos sobre la movilidad. Muchos estudios aseguran que aumentará la movilidad medida en vehículos x km. El precio de cada viaje, obviamente, será menor, lo que incrementará la demanda de movilidad, tanto de personas como de mercancías. “En segundo lugar, personas que antes no podían conducir podrán usar un vehículo. Los coches autónomos llevarán a cabo también recorridos en vacío. La posibilidad de emplear el tiempo disponible en el vehículo para ocio, trabajo, etc. Supondrá una menor resistencia a viajar”, informa el documento.
Asimismo, las innovaciones introducidas por el vehículo autónomo respecto a la conducción manual hacen previsible un aumento de la capacidad de las carreteras, lo que implicaría la posibilidad de acomodar un flujo mayor de vehículos antes de llegar a la congestión. “La propia automatización del vehículo, además, permitirá una mejor elección de rutas y una mayor información a los usuarios sobre el momento adecuado en que comenzar su viaje”, dice el informe.
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